Homenaje a Luis Romero
Nuevamente las manifestaciones que se han
desarrollado hoy en los cuatro puntos cardinales de España han concitado una
amplia adhesión. A mi juicio lo más importante de todo ello es la continuidad
de un proceso cuyas novedades se van consolidando: la magnitud de la protesta;
la extensión a lo largo y ancho del territorio; el elevado nivel de unidad de
acción de masas; la vinculación de la «cuestión social» con la exigencia de otra política económica; la confrontación contra la desforestación de derechos e
instrumentos democráticos; y, por último, la explícita denuncia de la
corrupción. Diríase, pues, que estamos hablando de la asunción explícita de la
calidad de la democracia en nuestro país y, por primera vez, de la «cuestión
moral». Que ya no es patrimonio de unas vanguardias, más o menos, extensas sino
de amplias capas ciudadanas. Lo que todavía no aparece con claridad es, de un
lado, la exigencia de elecciones generales anticipadas y, de otro lado, la
contundente denuncia de la tinta del calamar que destilan las derechas
catalanas en el govern para tapar sus
políticas económicas (de igual gravedad que las del Partido Popular) con el
ondear de la senyera.
Otra novedad se va consolidando: la Cumbre Social como sujeto
sociopolítico unitario que convoca la protesta de un tiempo a esta parte. Se
diría que, en cierta medida, está representando algo así como los États généraux de todas las diversidades
y subjetividades de esa red de movimientos. Estos Estados generales, sin ser la oposición institucional, son ya la
oposición de masas en las calles y plazas del país, de esa «onda larga» de la
que habla Antonio Baylos en el artículo de
hoy en su blog (1).
Sirva este ejercicio
de redacción como cosa a tener en cuenta para quienes, de manera
apresurada, se hayan apresurado a plantear su candidatura como albaceas de la
muerte de la izquierda.
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