Owen Jones, "Chavs: La demonización de la clase
obrera", (Madrid, Capitán Swing, 2012)
Javier Tébar Hurtado. Historiador.
El joven periodista británico Owen Jones
publicó el año 2011 un documentado estudio sobre el estereotipo social
construido en torno a una supuesta “raza” de clase trabajadora blanca
británica, los denominados “Chavs”. Un hombre “animalizado”, como de manera muy
acertada muestra el diseño de la cubierta de libro. De hecho, mirándola uno
puede pensar si el adolescente fotografiado es un ser humano o un vampiro,
imagen tan de moda hoy, por otro lado.
“Chavs” es un término que podría traducirse al español como
“Chonis”, “Chandaleros” o “Quillos”. Es decir, jóvenes trabajadores sin oficio
ni beneficio, en paro, violentos, consumistas, que tratan con las drogas, sin
futuro, en la frontera de la marginalidad. Cabe preguntarse si una gran parte
de estos “Chonis” nutren las cifras de ese 55% de paro juvenil español. Esa
cifra ha provocado recientemente entre algunos representantes de la burocracia
europea declaraciones que sólo pueden considerarse propias del cinismo o bien
de la estupidez humana. Y las dos alternativas son igual de desalentadoras…
Algo que no evita el sonrojo, por decirlo con un eufemismo, que deberían
mostrar las autoridades españolas ante esta situación que apunta más allá de un
fenómeno coyuntural.
El libro de Jones constituyó un fenómeno editorial y tuvo un
importante impacto público, que coincidió con los episodios de violencia que se
produjeron especialmente en Inglaterra durante el verano de aquel mismo año. El
pasado 2012, la editorial madrileña “Capitán Swing” apostó por su traducción y
lo ha publicado en su colección “Entrelíneas”. Añadió el epílogo a la segunda
edición inglesa, en la que precisamente se examinan el trasfondo de aquellos
estallidos de violencia protagonizados por los jóvenes en diferentes ciudades
del otro lado del Canal de la
Mancha , cuando todos los analistas solían identificarlos como
propios de los disturbios en las banlieus de las ciudades francesas. Entonces
hacía poco más de un año que el bisoño David Cameron había sido nombrado primer
ministro tory gracias al apoyo crucial
del Partido Liberal de Nick Clegg. Formando esa extraña pareja, presentada en
un primer momento como una especie de remedo british
style de los hermanos Kennedy,
jóvenes e inteligentes, ambiciosos.
En Chavs se examina el proceso por el cual la
clase trabajadora, considerada hasta los años setenta poco menos que «la sal de
la tierra», ha pasado a ser retratada por la mayor parte de los medios de
comunicación y por los dirigentes de la clase política británicos como la
«escoria de la tierra». El itinerario de sus análisis recorre los últimos
treinta años de la historia británica. Arranca con la los prolegómenos de la
“revolución thatcheriana” (1979) y llega hasta nuestros días, pasando por el
extinto “Nuevo Laborismo” de los noventa y la nueva vuelta al poder de los toriescon su victoria electoral
en mayo de 2010.
A partir de la
“revolución neoconservadora” iniciada a finales de los años setenta, la
destrucción del tejido industrial por la que apostó Margaret Thatcher (durante
mucho tiempo presentada como la “hija de un tendero”, pero, en realidad,
producto de clase conservadora británica y estrechamente relacionada con su
élite también a través de su marido, un ejecutivo de empresas petroleras),
favoreció a la City
londinense. La opción llevaba implícita la desarticulación de las comunidades
de la clase trabajadora en las ciudades industriales. Asimismo, causó un
destrozo irreparable en las instituciones, de larga tradición, de la clase
trabajadora. Entre ellas, en los sindicatos, contra lo que se desató una
campaña feroz y descarnada, con el objetivo de aniquilarlos. Pero también de
sus condiciones materiales, formas de vida y de trabajo, y de su sociabilidad. Maggie Thatcher planteó desde el principio de
su gobierno desterrar el término “clase” –“la clase es un concepto comunista”,
dijo en algún momento en 1979. Se perseguía el objetivo de evitar que se
pensara en términos de “clase”.
Las razones y los momentos en los que se decidió llevar a cabo
la denominada “política de reformas” a partir de entonces son documentados y
diseccionados con claridad por Jones, así como las continuidades que tuvo a
partir de 1997, con el laborista
Tony Blair como primer ministro. Blair es una figura política que, por el
carácter zigzagueante de su trayectoria pública, también merece un comentario:
nada más terminar la carrera de derecho en Oxford, se afilió en 1975 al Partido
Laborista, convirtiéndose un año más tarde en abogado especializado en derecho
sindical y a partir de 1983 formó parte del radical "Sindicato del
Obrero" en Edimburgo, por supuesto, antes de descubrir la “Tercera Vía”.
La ensoñación blairiana de hacer copia del original del
“neoliberalismo” tuvo sus consecuencias no sólo sobre el final del “nuevo
laborismo” en un episodio de derribo, sino también sobre la sociedad británica.
La colusión de la
élite política y de la prensa afín estuvo servida durante estas tres décadas.
La desigualdad impulsada por el thatcherismo continuó ensanchándose a partir de
1997. La clase dirigente, con el apoyo de gran parte de los medios de
comunicación, legitimaron esta política. Se decretó, por tierra, mar y aire,
que todo el mundo era de “clase media”. En realidad, durante treinta años las
variaciones sobre los mismos temas fue predominante en el debate político
público: las madres solteras, “irresponsables y vagas”, fueron públicamente dilapidadas por losmass media; los
jóvenes trabajadores de los barrios obreros fueron demonizados, presentándolos
como “Chavs”, como “escoria”, sin trabajo, violentos; los alquileres sociales
fueron el blanco del ataque de políticos y periodistas, como espacios habitados
por estas figuras sociales; las prestaciones sociales fueron el blanco de la
crítica y derrumbe del sistema de protección social y el Welfare State; los trabajadores
de la Administración
pública fueron anatemizados como un gasto superfluo o un lujo asiático. El
xenófobo Partido Nacional Británico, encontró un filón electoral en la
oposición a la inmigración. No sé si la música, pero toda esta letra nos suena
mucho y es muy cercana...
En definitiva, el libro de Owen Jones ofrece serios argumentos
sobre la forma en las que la clase dirigente y los mass media en Gran Bretaña han legitimado a lo
largo de los años una política de clase, utilizando la manida falacia de
presentar la “parte” como el “todo”, demonizando a la clase trabajadora a
partir de la construcción de un estereotipo denominado “Chav”. Desde 1979 en la
política británica han proliferado aquellos que han negado permanentemente la
existencia de la “clase” como elemento fundamental de las fracturas sociales,
y, sin paradoja aparente, se han constituido al mismo tiempo en los principales
“luchadores de clase”, de la suya, por supuesto. De manera que, como sostiene
Jones, “la demonización de la clase trabajadora es el conquistador que se
burla del conquistado”. Ante ello, el autor plantea como necesaria la
alternativa de una nueva “política de clase” desde la izquierda social y
política británicas.
En las turbulentas y encenagadas aguas del Reino de España
también es fácil encontrar ecos de aquellos pasos dados en Gran Bretaña durante
las últimas décadas. Cuando Joan Rosell, presidente hoy de la CEOE , declaraba públicamente
hace dos días que a los funcionarios se les envíe a casa para no gastar papel y
teléfono, no hace más que repetir lo que un provinciano ha oído en alguna
reunión en el extranjero, tal vez haya leído alguna de las declaraciones de
conservadores como Norman Tebbit, Geoffrey Howe,… Cuando Soraya Sáenz de
Santamaría, hace tan solo unas semanas aparece en los medios, haciendo
pucheros, y ofrece la solemne y huera declaración según la cual las personas
“tienen derecho a fracasar”, al referirse a los miles de ciudadanos desahuciados
en nuestro país, lo que hace es repetir como un loro bien adiestrado algo que
en 1985 ya formuló el original de esta versión de “revolución
neo-conservadora”, cuando Thatcher hizo la cínica y fatídica declaración según
la cual: “No existe una cosa llamada sociedad. Hay hombres y mujeres
individuales, y hay familias”. Los males propios los provocan los
individuos, así mismos y a la sociedad. La sociedad, concebida como estanca y
jerarquizada, en el imaginario de la confortable “clase media”, recibe los
embates de unos miles de inútiles y, aunque sea contradictorio, astutos
gorrones que no saben ni quieren triunfar porque no aceptan vivir en y bajo el
capitalismo. La política consiste en defenderse de ellos.
Todo parece indicar que en nuestro país no sólo hay crisis
económica y financiera, social e institucional, si no que existe una evidente y
larga tradición de ausencia de ideólogos originales. Sigamos, pues, con las
copias, mejorar el desastre producido en otros lares no será difícil, se nos da
bien y entre algunos incluso despierta vocaciones ocultas…
* * *
La editorial Capitán
Swing merece un comentario aparte. Es meritoria la iniciativa que está llevando
a cabo y da muestras de un gran olfato editorial pensando en un público
determinado de lectores. Una virtud escasa entre las editoriales de gran
prestigio del país, convertidas en aquello que Julio Camba llamaba “mataderos
de Chicago” para referirse a la vida como fordismo en los EE.UU. de los años veinte y
treinta.
En 2013 ha
aparecido en la misma editorial Abraham Lincoln & Karl Marx, Guerra y emancipación (17 €), una recopilación de necesaria,
cuando no de imprescindible lectura para poner ojo avizor en otros debates
actuales, cuya presentación va a cargo de Andrés de Francisco con una introducción
de Robin Blackburn, y de la que Antonio Lastra, Javier Alcoriza y el mismo
Andrés de Francisco han hecho su traducción del original. Capitán Swing además
de “Entrelíneas”, ha abierto otras colecciones, como “Historia Profana”,
dedicada a obras clásicas de la historia (Maquiavelo a Engels, pasando por
Henri Pirenne), y a literatura y ensayo como las colecciones “Polifonías” e
“Inclasificables” (vale mucho la pena echarle una ojeada: http://www.capitanswinglibros.com/portada.php)
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