Conversación en torno al
ensayo de Bruno Trentin 15. LENIN Y GRAMSCI
Querido Paco, por fin hemos descubierto la
diferencia no irrelevante que, en torno al taylorismo y el fordismo, había
entre Lenin y Gramsci. El primero, dicho de manera sucinta, entiende que es
algo a mantener por los siglos de los siglos; el segundo cree que es
beneficioso para una contingencia determinada de la que lógicamente no puede
prever su duración. El primero insiste
en la disciplina más férrea que será temperada “cuando sea posible” por una
política salarial más próxima a las necesidades de supervivencia de los
trabajadores; el segundo tiene la convicción de que los costes sociales no
pueden mantener las características del trabajo futuro.
Ahora bien, como decíamos el
otro día, la cultura leninista fue la que prevaleció e, incluso en Italia, todo
el Gramsci ordinovista fue archivado. Así es que en lo atinente a la producción
Illich se llevó el gato al agua, y nadie –al menos, en este sentido— desde las
otras corrientes políticas mayoritarias del movimiento obrero le llevó la
contraria. Así las cosas, estaba cantado que sólo y solamente los movimientos
sindicales mayoritarios (Gabriel Jaraba nos podría ilustrar qué opinaban al
respecto nuestros abuelos los wobblies, Industrial
Workers of the World) pondrían en la mesita de noche velis nolis a los dos grandes capitanes de industria norteamericanos,
Taylor y Ford. Pero de esto ya hemos hablado.
Por otra parte tiene interés retener lo que deja
sentado Gramsci: “Sin embargo, consideramos que una generación pueda trabajar perdiendo para garantizar a las futuras
una libertad que, de no ser así, no sería posible”. Lo que posteriormente ha
sido instrumentalizado por los romanos y los cartagineses de nuestros días. Me
vas a perdonar que haga una aparente digresión sobre ello.
Me parece fuera de toda duda
que el gran compromiso ético del sindicalismo y de la izquierda política a lo
largo de la historia ha sido darle sentido
y propósito generacional a las conquistas que iban consiguiendo. La libertad de
asociación y el derecho de huelga, el conjunto de poderes y bienes democráticos
han sido el resultado de generaciones a costa de (no sólo, aunque también)
sacrificios económicos. Esto nos parece obvio a no pocos de nosotros, pero no
está suficientemente explicado a lo largo de nuestra historia. Y, es más,
cuando se ha narrado ha sido en clave de chanson
de geste y no como relato de personas de carne y hueso. Más en clave de
mito que crónica histórica convincente. Entre
paréntesis, pongo en tu conocimiento la siguiente referencia sobre algunos
artículos de Gramsci en L´Ordine nuevo: Antonio
Gramsci . Artículos en “L'Ordine Nuovo”
Ahora bien, esa diferencia entre Illich y Gramsci me
da pie, viejo amigo –por cierto, Paco, ¿a partir de cuándo empezamos a decir viejo amigo?--, me da pie, digo, para abordar con ciertos balbuceos en
qué condiciones es posible hablar y practica una política de sacrificios. En
ese sentido, habrá que diferenciar la política de sacrificios impuesta por el empresario o por la Administración de
aquella que es negociada en función
de un determinado momento económico concreto. En relación a la primera es claro
que el movimiento de los trabajadores y sus representantes deben optar por la
confrontación con alternativa en la
medida de las posibilidades que ofrece doña Correlación de Fuerzas. Por
ejemplo, es importantísimo el actual proceso de movilizaciones sostenidas que
viene desde hace muchos meses. En lo atinente a la segunda, la otra dama, doña
Empiria parece decirnos que es preciso introducir algunos matices en las
prácticas más al uso del movimiento sindical. Que muy sintéticamente irían por
estos indicios: 1) en el marco de una austeridad, entendida
berlinguerianamente; 2) en el cuadro de unos sacrificios transparentes,
reglados con normas obligatorias y obligantes para todas las fortunas en una
progresión de menor a mayor y la puesta en marcha de una fiscalidad progresiva;
3) con un elenco de controles que especifiquen de dónde viene los sacrificios,
su cuantía y sus finalismos, y la verificación de todo ello; 4) la fijación,
con carácter indicativo, de la temporalidad de esta política de sacrificios. Si
no es, aproximadamente así, tengo para mí que o es una engañifa o, como se dice
en la Vega de
Granada, son pollas en vinagre. Seguiremos hablando, si te parece de estos
graves asuntos.
Cambio de tercio, amigo Paco. En este ensayo de
Trentin podemos observar el uso reiterado del término ´espontáneo´ con relación
a la literatura de Gramsci y una referencia a ello sobre la Luxemburgo. Con
otro interés, desde luego, podemos observar hasta qué punto las derechos, de
ayer y hoy, abusan de esa expresión. Pienso que, en el fondo, es o una
incomprensión o una desatención (por no decir desconsideración) hacia unas
formas autónomas que no están encasilladas en el convencionalismo orgánico de
lo convencional, llámese partido o sindicato. Es como si todo lo que está fuera
del control de lo convencionalmente establecido, a izquierda y derecha, fuera
espontáneo, acéfalo, un magma. Es como si dijéramos que los movimientos de la
fábrica donde trabajaba nuestro Pedro
Hernández, padre fundador de Comisiones --¿te acuerdas de Pedro?—o de Luis
Romero en la Construcción
fueran espontáneos, porque no encacajaban en los moldes canónicos de la
organización. Lo que en el fondo podría ser una especie de amable
deslegitimación de la capacidad dirigente de Pedro y Luis. Como dijo aquel
bocazas: iuvet testes!
Por último, observarás que he puesto, en el texto
traducido, unos links para que conocimiento del personaje o de la situación en
cuestión. Hasta ahora las personalidades que aparecían en el texto de Trentin
eran conocidas. Pero la referencia a la mítica huelga de las “manecillas del
reloj” en Turín, a los woobblies y la referencia al legendario Daniel de León
tal vez no gozan, hoy, de la fama que les precedió; por eso me ha impulsado a
hacerlo de esta manera.
Dentro de unas horas entraremos en el verano. Mientras
tanto, choca esos cinco. JL
Habla Paco Rodríguez de Lecea
Querido
José Luis, pues yo diría que esto del ‘viejo amigo’ es cosa reciente y no acabo
de acostumbrarme a ella. Yo suelo llamarte ‘maestro’ dándole a la palabra toda
su extensión, y no sé si te gusta. Vittorio Gassman se quejaba: «Una vida
entera siendo ‘la joven promesa de la escena italiana’, y de pronto, un día
cualquiera, todo el mundo empieza a llamarme ‘maestro’. ¡Es el fin!» En
cualquier caso, lo de viejo se desprende del documento de identidad, y lo de
amigo lo considero un honor y un raro privilegio.
Haces
una disección ajustada de las diferencias entre Lenin y Gramsci sobre el
paradigma fordista-taylorista. Unas diferencias que se traslucen en el papel
que los dos asignan respectivamente a los soviets y a los consejos en la
construcción de la sociedad nueva. Subrayo la insistencia de Gramsci en el protagonismo
de las reivindicaciones y las movilizaciones de la sociedad civil antes
de la intervención de la instancia partidos-sindicatos para dar altura, alcance
y trascendencia a esas formas de conflicto y de confrontación que, como bien
dices, poco tienen de ‘espontáneas’. (Me acuerdo muy bien, dicho sea de pasada,
de Pedro Hernández y de Luis Romero. Tenía mucha razón Luis el otro día al
quejarse de que la dirección política de la época hubiera ninguneado el
significado y las potencialidades de la huelga de la Construcción del 77.
Se lo dije entonces en persona, y lo repito aquí.) El fondo de la cuestión es
si corresponde a las instancias políticas y sindicales decidir dónde, cómo y
cuándo debe movilizarse la sociedad civil, o si son los movimientos (no tan
espontáneos) en el interior de ésta los que han de inspirar la línea de
actuación de las organizaciones que se reclaman de la clase. Vladimir desconfía
de la sociedad civil y lo fía todo al activismo de una amplia vanguardia
revolucionaria: era seguramente una táctica congruente con las condiciones de la Rusia prerrevolucionaria.
Como era congruente la atención que Antonio prestó a lo que se movía en las
entrañas de la sociedad italiana. Dos tácticas plausibles para dos situaciones
diferentes. Lo que no es de recibo, mi querido y siempre joven amigo, es la
práctica seguida por determinadas instancias políticas de países no muy lejanos
al nuestro: convertir la táctica en tacticismo, desoír las llamadas repetidas a
la puerta de casa por parte de la sociedad civil, enredarse en negociar con la
propia sombra porque no hay más interlocutores, y perder sucesivamente todas
las bolas de juego, set y partido sin haber llegado a levantar la raqueta.
Acabo
con ese exabrupto. Pero quiero dejar constancia, como coletilla, de mi acuerdo
rotundo con las precondiciones que planteas para asumir una política de
sacrificios distinta de las clásicas pollas en vinagre que nos sirven como si
fueran faisán a la trufa blanca. Sobre todo, lo que habrá que exigir desde
todas las instancias con voz y voto en el asunto será que una política de
austeridad consensuada no se construya como una camisa de fuerza para la
sociedad civil y sus reivindicaciones. Paco
JLLB
Querido
Paco, la próxima vez que me llames maestro haré correr por los mentideros de la
corte y el cortijo que, de niño chico, en la catequesis no entendías el
misterio de la Santísima Trinidad.
Buenas fiestas sanjuaneras, JL
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