Celebrando el 65 aniversario de Angel Rozas. Junto a Angel están Gregorio López Raimundo y Miquel Falguera.
Si hemos afirmado repetidamente que la (pretendida)
intencionalidad de las reformas laborales no aborda las causas de la crisis; si
hemos dicho por activa, pasiva y perifrástica que sus contenidos no influirán
en la creación de puestos de trabajo… hemos de convenir que el sindicalismo
confederal debería proponerse en los hechos salir de esas coordenadas que,
desde hace tiempo, son un círculo vicioso. Esto es, hay que zafarse de una
situación en la que estamos a la contra.
A la contra de frenar lo peor. En esa lógica de “respuesta” se inscribe el reciente
acuerdo; en todo caso, dejaré las cosas claras: si un servidor hubiera estado
en la mesa de negociaciones habría firmado el acuerdo.
Ahora bien, a
mi juicio, lo que debe abordarse como problema de fondo son los mecanismos de
freno que taponan el centro de trabajo que, hoy por hoy, se corresponden
fundamentalmente con déficit de innovación tecnológica en nuestro país o, si se
prefiere de manera más general, con nuestro modelo
productivo. Algo de esto escribí
el 2 de junio del año pasado: 1) la inversión media por habitante en el sector de la innovación media
por habitante en España son 318 euros, mientras que en el patio de vecinos
europeo son 473 euros; 2) España ocupa la decimoséptima posición en el ránking
europeo de gasto en I + D, por debajo de países como Estonia, Chequía y
Portugal. A pesar de esa cartografía española, el Ministerio de Ciencia ha
dejado de de gastar un tercio del presupuesto para I + D. Así las cosas, se
sigue la consigna de Unamuno: “que inventen ellos”. De manera que no es abusivo
decir que nuestro sistema productivo es pura farfolla, especialmente debida a
la garrulería de una gran mayoría de
empresarios y mánagers de probada estirpe chusquera.
Y sobre el mismo particular –esto es, sobre las
características de nuestro modelo productivo-- dejó claro Antonio Gutiérrez con
sus razonadas críticas en oposición a las medidas sedicentemente reformistas de José Luís
Rodríguez Zapatero (1). De los planteamientos de Gutiérrez, a mi juicio, no se
han sacado las oportundas conclusiones, todavía. Por otra parte, tras la firma
de la enésima reforma no tardará mucho tiempo en aparecer otro atracón de
propuestas para otra nueva reforma laboral: es la misma lógica que aquel animal
dantesco que, tras la comida, tenía más hambre todavía. Por lo demás, tras esta reforma son muchas
las voces que alertan que, como en anteriores ocasiones, la mayoría
parlamentaria deconstruya a peor lo acordado recientemente. Y, así las cosas,
como es natural (y obligado) volveremos a estar a la contra. Esta situación de
estar a la contra lima, ciertamente,
mayores desaguisados, pero no se vincula a la creación de puestos de trabajo,
ni permite regenerar la economía; tampoco indica que tengamos un proyecto
propio. Estamos zurciendo los desperfectos que organizan quienes se amparan en
los mercados.
Un proyecto no es un zurcido. Un proyecto puede ser el conjunto de medidas factibles
contra el paro y la crisis, que hace tiempo anunció Toxo, capaz de establecer
los vínculos y compatibilidades entre todas sus propuestas. Y, dentro de ese
proyecto, debe caber inexcusablemente un Pacto por la innovación tecnológica,
donde a mi juicio está la madre del cordero. Con una amplia negociación
colectiva, a todos los niveles, como soporte de dicho pacto. Por supuesto, la
patronal no está por la labor, está a la espera de de que se amplíe la
desforestación de los derechos sociales. Pero la batalla debe librarse en ese
estadio: entre la negativa de los empresarios y las propuestas obligadas del
sindicalismo confederal. Que, a partir
de ahora, no debería ser la reedición del tipo de (sedicentes) reformas como las que se vienen
dando desde hace muchos años.
Radio
Parapanda.
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