martes, 15 de noviembre de 2016

Fernández Díaz, jefe oficioso de la diplomacia española



"Con qué trabajo deja la Luna a Granada" (Juan de Dios Calero)


La cabezonería de Mariano Rajoy en premiar lo mediocre hará que Fernández Diaz  sea nombrado presidente de la Comisión de Exteriores del Parlamento. El hombre de Pontevedra es ansí. Ni siquiera las turbulencias europeas, ni la elección del hombre rubio como presidente de los Estados Unidos le han hecho desistir de su grotesco error. El ex ministro, recientemente censurado en el Parlamento, es premiado con bombo y platillo. No hace falta tener una sesera normal para pronosticar que este tosco personaje (su fama le precede) será incapaz de aportar nada pertinente a esos movimientos tectónicos de la política europea e internacional.

Ahora bien, el hombre de Pontevedra no da puntada sin hilo. Y hasta cabe la posibilidad de que la intención de su designación tenga un sentido. Que sea el jefe oficioso de una parte de la diplomacia española. Y si no fue ese el objetivo inicial –fracaso el intento de ser embajador en el Vaticano— ahora queda reconvertido.

Fernández es un hombre de fuertes convicciones ultra religiosas, de hondas raíces reaccionarias: un ultramontano de tomo y lomo. Por tanto, podría ser el vicario del hombre rubio en Europa. Podría, desde su cargo, quien clandestinamente (o no) conectara a España con mandatarios de aquellos países europeos que nos tienen en vilo.

En otras palabras, la diplomacia española sería como Jano Bifronte: el ministro luciendo el oro oficial de la política internacional  y Fernández bregando con el oficioso percal de las tribulaciones. ¿Exageraciones? Vamos a ver, ¿ustedes se piensan que la política internacional no tiene cloacas? Pues sí, las tiene: unas huelen a chanel número 5; otras a abubilla. 

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