jueves, 1 de septiembre de 2016

¿Tancredismo de Estado?



Pineda de Marx: un joven debatiendo entre comprar un kilo de jureles o el Ulises de James Joyce. 



No hubo novedades en la sesión de ayer en el Parlamento. Rajoy, sin novedad. Sánchez, sin sorpresas. Iglesias, que no hubiera dicho antes. Y el resto de los oradores nada añadieron a lo que vienen manifestando desde hace ocho meses. No se puede decir tampoco que el público esperara lo contrario. Posiblemente lo único nuevo de ayer fueran las declaraciones de Antonio Garrigues Walker afirmando que «no le gustaría que se convocaran unas terceras elecciones, pero considera no sería ni un fracaso, ni un drama excesivo». Ya lo ven ustedes, la derecha ilustrada tiene sus desencuentros con ese interés --real, impostado o ficticio-- de la gran mayoría de las fuerzas políticas españolas. Tanto las de viejos odres como las de sedicente nueva cepa.

Algunos analistas arremeten contra Mariano Rajoy en la siguiente dirección: el tancredismo de Estado que practica, no buscando pactos con otras fuerzas para impedir las terceras elecciones, le desacredita como candidato a la presidencia del Gobierno. Yo veo las cosas de otra manera. El hombre de Pontevedra no quiere pactos; todo lo más desea que se comparta con él un ligero baldeo a la cubierta de la nave. O una mano de pintura a algún que otro camarote. No hay, pues, tancredismo de Estado, sino una operación meticulosamente preparada. Que parte de la idea de que unas terceras elecciones concretarían un cuadro político institucional más favorable para sus intereses. Esto es, una nueva recaída del PSOE, un desinfle de Podemos y otra sangría de Ciudadanos. Por lo tanto, el hombre de Pontevedra tiene que ajustar las variables a esta función. Así pues, saca la silla a la puerta de su casa y espera ver el desfile de damnificados, que es una versión menos drástica que la de ver pasar el cadáver del enemigo.

El hombre de Pontevedra está suficientemente bien informado. Sabe que Sánchez no quiere ser alternativa, que no entra en las hipótesis del PSOE lanzar una potente oferta, tras la hipotética derrota de Rajoy en la investidura, de cambio real a Ciudadanos y Podemos. Más todavía, el hombre de Pontevedra sabe de buena tinta que Podemos no apoyará un nuevo pacto entre Sánchez y el versátil Rivera. Un pacto de estas características que permitiría gobernar con geometría variable.

Quedamos, pues, en que el hombre de Pontevedra no es un genio. Pero podemos convenir en que les ha tomado el número a sus adversarios. Lo que me parece que está tan claro como el agua de la granadina Fuente del Avellano.


No podemos acabar sin una pregunta inquietante: Sánchez nos ha explicado por qué vota «rotundamente no» al hombre de Pontevedra, ¿pero porqué no abre una alternativa? Mientras no lo explique pensaré que su rotundamente no es incompleto. Esto se explica, como ustedes saben, en primero de Berlinguer.  

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