lunes, 7 de julio de 2014

MITIIFICACIÓN DE LAS LUCHAS, INFRAVALORACIÓN DE LAS CONQUISTAS




Nota editorial.  Estoy preparando un trabajo largo y tendido sobre la cuestión sindical. Aparecerá en este mismo blog dentro de unos meses. De momento ahí va un anticipo, precisamente un fragmento del primer capítulo.



1. De entrada, el elogio obligado (y justo) al sindicalismo


1.-- Desde la legalización de los sindicatos (1977) hasta el estallido de esta crisis se ha producido el ciclo de conquistas sociales más importante en la historia de nuestro país. Tanto por su amplitud como por su importancia en la condición de vida del conjunto asalariado. Lo digo, sobre todo, porque nobleza obliga. Este «ciclo largo» ha trenzado un notable elenco de bienes democráticos; de un lado, en el terreno más directo e histórico del sindicalismo como es la negociación colectiva; de otro lado, en el novísimo  de los terrenos del Estado del bienestar: sanidad y educación, protección social y derechos sociales dentro y fuera  del ecocentro de trabajo. Además, la novedad ha estado en que estas materias eran patrimonio exclusivo de la acción política de los partidos: los sindicatos deben preocuparse sólo (decían enfáticamente los partidos, incluidos los de izquierdas) de los salarios y la reducción de la jornada laboral. Es más, tales conquistas se han dado casi en la mitad de tiempo de lo conseguido en Europa tras la Segunda guerra mundial. Sin embargo, tengo para mí que desde el propio sindicalismo confederal no se ha valorado, durante el recorrido de dichas realizaciones, la acumulación de tantos bienes democráticos.

Creo que hay dos explicaciones de la ausencia de dicha valoración. Una, se ha dado más importancia –rayana en la mitografía de los conflictos— a las luchas que a las consecuencias positivas de esas luchas; es decir, no se ha visto la relación entre movilización y conquistas sociales; de ahí que el sindicalismo, en tanto que «sujeto reformador», como hemos dicho en otras ocasiones, haya quedado diluido. La segunda explicación está en la existencia de un alma (casi prevalente) en el sindicato que parece entender lo conseguido para los trabajadores en clave de «caridad» y no de «transformaciones sociales».

Las consecuencias, o al menos algunas de ellas son: los trabajadores no han sido educados, desde las filas del sindicalismo, como los sujetos principales de tales conquistas, y el propio sindicato todavía no ha sido lo suficientemente consciente de su capacidad de dirección y coordinación. Como muestra este botón: ¿en qué convenio colectivo que hemos publicado se ha hecho la historia de esa negociación, de su conflicto y la valoración de los resultados? Desde luego, lo que ha prevalecido oralmente es la épica de las luchas, pero no la conclusión de ese trayecto. En definitiva, los trabajadores, en el mejor de los casos, han tenido de nosotros una visión, metafóricamente hablando, caritativa.

Todo ello podría guardar alguna relación con algunas bolsas de hostilidad de capas de trabajadores con relación al sindicalismo.

1.2.--  En este «ciclo largo» (1977 – 2008) se ha producido un giro copernicano en las relaciones intersindicales: pasada una primera etapa de gresca y mutuos sectarismos se va concretando una rica experiencia de unidad de acción. Soy del parecer que aquí está la madre del cordero de lo alcanzado en el «ciclo largo». Vale la pena señalar que tan prologada fase de unidad de acción ha sido construida no en base a criterios ideológicos sino en la práctica diaria, poniendo siempre en primer plano coincidencias y objetivos. Ni qué decir tiene que la fuente de esta unidad ha sido el itinerario de los sindicatos en busca de su personalidad independiente. En todo caso, entiendo que se han llegado a unos niveles que se acercan a la construcción de un sindicato unitario.  Alguien dijo que  «la unidad sindical no es solamente un instrumento sino un valor tan relevante como los objetivos que queremos alcanzar», y desde luego dio en el clavo.

1.3.--  Manel García Biel aborda en las  Reflexions d’un sindicalista inquiet hasta qué punto las derechas políticas y económicas –con sus franquicias de toda laya--  arremeten contra los sindicatos haciendo del conflicto social una cuestión de orden público y de la huelga un problema de código pena (1). Primera consideración: en todo nuestro largo recorrido nunca nos fueron fáciles las cosas; segunda, si fuéramos un sujeto cooptado, compadre acrítico de los cambios y transformaciones nos jalearían con las palmas echando humo, pero perderíamos el consenso del conjunto asalariado desde el ecocentro de trabajo.   


(1) http://manelgarciabiel.blogspot.com.es/es



Radio Parapanda.-- LA SOCIALDEMOCRACIA EN TANGA y Mi nueva visita a China, con visita de fábricas en Hangzhou y reunión con la dirección de la ACFTU en Beijing. El primero de Paco Rodríguez de Lecea; el segundo de Isidor Boix. 

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