viernes, 15 de octubre de 2010

SOBRE LOS PIQUETES



Dejé escrito en el Primer Congreso de Comisiones Obreras de Catalunya (Mayo de 1978) lo que me propongo desarrollar a continuación. Quien quiera comprobarlo no tiene más que ir a “las fuentes”: los documentos congresuales aparecieron publicados por la Editorial Crítica, 1978. He vuelto a leerlo y, en lo que atiene a las presentes reflexiones, no veo nada que corregir, aunque sí mucho que ampliar.


1.-- Entro abruptamente en la cuestión sin ningún tipo de perifollos: existe una relación inversamente proporcional entre los piquetes y la fuerza organizativa estable del sindicalismo, esto es: a mayor necesidad de piquetes menos fuerte –y, por lo tanto, más débil-- es la organización. Así pues, el piquete es la constatación de un problema organizativo que viene muy de atrás, que sigue sin resolver. Eso sí, el piquete tiene un pálpito romántico que poco tiene que ver con lo prosaico galdosiano del hecho de organizar, de tener una considerable fuerza estable que no precisa de instrumentos fugaces para la consecución de los objetivos que se propone. Ese pálpito romántico es el substituto de lo que distingue ontológicamente al sindicalismo a saber: que es una organización. Dígase, así pues, que el piquete es la expresión de la debilidad del sindicalismo. Es más, puestos a no dejarnos ya nada en el tintero: el piquete es también la expresión de los revoltés, no de los revolutionaires.


La investigadora norteamericana Beverly Silver ha estudiado en Le forze del lavoro. Movimienti operai ed globalizzacione dal 1870 (Mondadori, 2008) las formas de lucha de los trabajadores, en sus rasgos generales, a lo largo de todo ese itinerario. En aquellos tiempos lejanos los obreros en la manufactura expresaban su acción colectiva no tanto dentro de la fábrica sino en el exterior: la organización del trabajo no ofrecía, todavía, instrumentos particularmente ventajosos para la lucha, de ataque al poder del patrón, hecha la excepción de la huelga; de ahí que la movilización obrera tendiera a basarse en las relaciones sociales del y en el territorio: un ámbito social externo a la fábrica. El piquete de masas era el instrumento acorde con esa situación. Ahora bien, tras la consecución de importantes conquistas de poderes e instrumentos (no pocos de ellos con rango institucional) el sindicalismo confederal sigue utilizando, cuando es débil en el terreno organizativo, una técnica, digamos, decimonónica.


No fue lo que ocurrió, por ejemplo, el famoso 14 de diciembre de 1988, al menos en Catalunya, donde los piquetes se contaron con la mitad de los dedos de la mano. No había necesidad de ello, aunque no por la fuerza cuantitativa del sindicalismo (me refiero a la afiliación, considerablemente menor que la actual) sino por la asunción anómala --no quedó nadie sin adherirse a la acción-- que el conjunto asalariado y la ciudadanía hicieron de los objetivos de la protesta. De aquí que surja otro elemento: también la necesidad de piquetes es inversamente proporcional; cuanto menos es asumido el objetivo de la convocatoria más necesidad se tiene de instrumentos fugaces (piquetes) para realizar la presión. Pero, por lo general, existe una fuerte relación entre organización estable con amplia capilaridad social y la asunción que de un proyecto que motiva el conflicto social hace el conjunto o amplias capas de la ciudadanía. Con lo que volvemos al problema del nivel cuantitativo y cualitativo de la afiliación al sindicalismo. O sea, al vínculo estable, no al episodio fugaz de seguir la orientación del instrumento, también fugaz, que es el piquete.


Conviene reflexionar sobre el histórico descuido que sigue teniendo el sindicalismo confederal español acerca de la organización, del trabajo fisiológico, cotidiano de organizar. Un descuido que, además, viene de forma redundante a través de ese instrumento que es el comité de empresa, que ni es sindicato ni es organización. Una y otra carencia es el campo abonado para que, ante cada conflicto, tenga que recurrirse al piquete que, curiosamente, disfrazamos como informativo para no infundir sospechas. Porque, hablemos claro, si el piquete debe informar es que el sindicato no ha informado previamente; y si el piquete debe recordar es que no se ha hecho un trabajo, organizado sistemáticamente en ese centro y territorio, antes del día D.


2.-- Uno de los elementos que lógicamente provoca la santa ira de los sindicalistas es el feroz ataque que, desde diversos ángulos, se dirige contra el conflicto social y los sujetos que lo convocan. Por supuesto, cuestión diversa es la opinión crítica que, respetando las reglas democráticas y los usos de la discusión tolerante, se hacen contra el propio conflicto social y los sindicatos. Una y otra son cosas distintas, pero lo cierto es que ambas son infinitamente más poderosas mediáticamente que el espacio que se le ofrece al sindicalismo confederal. Pues bien, precisamente por ello –justamente porque ante cada convocatoria se repite esa cacofonía-- es necesario que el sindicalismo entienda que no dispone de otro instrumento mediático que el nivel cuantitativo y cualitativo de su afiliación estable, no del instrumento compulsivo del piquete. O lo que es lo mismo: los piquetes televisivos, radiofónicos y demás nunca podrán ser contrarrestados por los mecanismos fugaces que, en cada solemnidad, ponemos en funcionamiento, los piquetes.


3.-- Conclusión provisional: cuando encarte y me llamen volveré a salir de piquete. Pero seguiré escribiendo que desde ahora mismo hasta ese momento en algo nos hemos descuidado en los terrenos organizativos.




Radio Parapanda. Según Baylos hay que PENSAR PARA OTRO, PENSAR COMO SE DEBE

6 comentarios:

Chande dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo, cada movilización tiene que tener un empuje claro de los trabajadores, para eso es necesario, no solo pisar las rojas alfombras de los despachos, sino pisar el polvo de los tajos, la grasa de los talleres, conocer los olores poco agradables de muchas industrias alimentarías, solo entonces, sabremos lo que piensan los/as trajadoras/es y los piquetes no serán necesarios.

En cuanto a los órganos de representación en empresas, no mas 5% cumplen con su cometido, ahí es donde parte, en mi opinión el problema, el concepto teórico es correcto, pero su aplicación práctica es absolutamente ineficaz.

No voy hablar de comités pasteleados, tipo Mercadona, Carrefour, etc, donde no es posible entrar sin el apoyo de las propias empresas, lo que nos deja con una clarísima debilidad como se ha visto el 29S.

Creo que el enorme esfuerzo humano y económico que nos llevan las elecciones a órganos de representación en las empresas, nos distraen, de ese otro trabajo mas callado y a largo plazo que es la afiliación; pero no una afiliación de cotizantes, sino una afiliación militante, que nos de los delegados y miembros de los comités, por la convención personal de ellos mismos, mas que por la capacidad de persuasión momentánea del responsable de las elecciones sindicales, de la rama o la comarca.

PD: Yo estoy a plena disposición para formar de los siguientes piquetes, en cuanto la ocasión lo demande, pero no para ser uno mas dentro del piquete, para dar al cara en primera línea.

Antonio Álvarez del Cuvillo dijo...

Muy buena entrada y es muy meritorio que sea tan crítica viniendo de alguien tan comprometido en el trabajo sindical.

La madre del cordero es ¿cómo puede el sindicato centrarse más en la organización? ¿qué tendría que hacer? Parece que las condiciones para ello no son favorables, por distintas razones, pero algo se podrá hacer. Y ¿qué tendría que cambiar en el marco institucional para que se avanzara más?

Pepe Luis López Bulla dijo...

Querido Antonio, yo no creo que se incremente la organización estable con el actual modelo de representación. O se elimina (gradualmente) o se sigue rutinariamente. Lo expliqué en mi conversación particular con Antonio Baylos hace tiempo. Mis saludos, JL

Sindicato de Obrer@s de Troll (SOT-UGT) dijo...

Apreciado maestro, tu artículo me parece extraordinariamente oportuno. Empecé a escribir un comentario aquí, pero se hizo tan extenso que preferí colgarno como entrada en nuestro blog. Te animo a que te pases por nuestra casa y nos dejes cosntancia de tu visita.
Saludos afectuosos.
Paco López.
SOT-UGT
http://sot-ugt.blogspot.com/2010/10/sobre-los-piquetes-comentarios-al.html

Antonio Álvarez del Cuvillo dijo...

Querido José Luis,

El problema más importante de lo que propones con la representación unitaria es la dependencia de la trayectoria. No se trata de ver cuál es el modelo mejor en abstracto, sino de analizar qué se hace con lo que hay.

En este momento, con sus luces y sus sombras es una institución muy consolidada. Si se la hace desaparecer confiando en una nueva forma de representación sindical al hilo de una eventual reorganización es muy probable que se elimine lo que existe para que no sea sustituida por nada.

A lo mejor digo una burrada, pensando en alto y sin saber. ¿Y si se dejara como está la representación unitaria pero cambiaran las reglas de representatividad? Me parece que actualmente, queramos o no, lo que se incentiva es que los sindicatos consigan representantes formalmente a su nombre antes que otra cosa. Así, en muchos sitios, sobre todo en empresas pequeñas, el contacto con los delegados puede ser muy pequeño y la cosa está poco articulada. Tener muchos afiliados siempre es bueno, pero no se ve de manera muy directa el estímulo.

Pepe Luis López Bulla dijo...

Querido Antonio, en realidad lo que menos me preocupa es que el comité "robe" afiliados al sindicalismo. Si fuera por (sólo) eso, no insistiría en el cambio del modelo de representación. El problema es que el comité es un ente autárquico en el mundo de la globalización; el sindicato, en hipótesis --digo en hipótesis-- es un sujeto global.