viernes, 2 de diciembre de 2022

OK Corral en el Parlamento.


 Al parecer el Congreso de los Diputados tiene vocación de convertirse en Ok Corral. Lo que alguien llamó pomposamente templo de la palabra se ha transformado en ventorillo de bidonville. De continuar ese estilo nadie puede predecir cómo será el Parlamento dentro de poco. A mi juicio se han encendido todas las luces rojas y ya hay quien pide una reforma del reglamento de la tasca.

Varios son los factores que, a mi entender, podrían explicar la irascibilidad incivil de una buena parte de los diputados –también de algunas señoras--  de la ultraderecha. En primer lugar se trata de la perplejidad de que sus propias profecías no se hayan cumplido: cada dos por tres anunciaban con trompetas y timbales que el gobierno de Pedro Sánchez tenía las horas contadas. Sin embargo, las hojas del almanaque zaragozano pasaban y quien cayó fue Casado, el alguacil alguacilado. Más tarde el profetismo de la caída de Sánchez se mantuvo con el sedicente moderado Feijóo. Pero iban pasando leyes importantes en el Parlamento, con los Presupuestos Generales del Estado, entre otras, y los ultras de caspa y brillantina seguían amarrados al duro banco de la oposición. Comoquiera que el argumentario ultra fracasaba reiteradamente sólo quedaba un recurso: sacar del fondo del colodrillo los denuestos y regüeldos propios de ventorrillos y tascas sin zotal. Conclusión, cada insulto es la expresión de la impotencia de derribar al gobierno.

En segundo lugar, debería tenerse en cuenta que la ultraderecha está en unos momentos de sequía intelectual, política y cultural. Los grandes problemas que presiden la geopolítica mundial, los procesos de reconversión y reestructuración de los aparatos productivos y de servicios, el cambio climático, la emergencia de nuevas subjetividades humanas han cogido a los ultras con los meados en el vientre. Demasiado barco para tan poco marinero. Máxime cuando, de un tiempo a esta parte, no aparecen intelectuales con ánimo de echarle un cable a los ultras. Sólo ciertos tertulianos subvencionados, responsables de la nueva técnica mediática del insulto a destajo.

En cierta medida esta situación me recuerda algunas cosas de mi niñez: gracias a la beca que me dejó mi madre al morir, Pilica Bulla, funcionaria del Cuerpo de Telégrafos, pude estudiar en Sánlúcar de Barrameda y en Utiel (Valencia). Precisamente los jóvenes más insolentes e insolidarios –hijos, nietos y choznos--  de las grandes fortunas andaluzas eran los peores estudiantes, los más burros a cosica hecha. A más ignorancia mayor altivez de aquellos futuros propietarios bodegueros.

Pues bien, como aquellos colegiales competían entre sí a ver quién era más asno, así diputadas y diputados ultras compiten en quién la dice más gruesa.

Atención, pues, porque las formas del fascismo se están instalando en el Parlamento, y del OK Corral se puede pasar su ase superior en menos que canta un gallo.    

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