El
independentismo catalán ha tenido siempre pocas luces: partía hace unos años de
una considerable fuerza movilizadora y llegó a pensar que la independencia y la
república catalana estaban a la vuelta de la esquina. Ese era el sístole de la
situación catalana; el diástole, sin embargo, iba en la de unos grupos
dirigentes, así en la política convencional como en el propio movimiento, cada
vez más obcecados en la idea fija de la independencia como en su enfrentamiento
con el Estado español. En ocasiones, no obstante, el Estado no trató con
inteligencia política la situación catalana.
El
independentismo tenía en su seno la preñez de su autodestrucción: la
dependencia hacia los partidos políticos que eran quienes dirigían el cotarro
desde las covachuelas del poder.
Con
todo, la idea –la ruptura con España--
era un estrambótico desiderátum. Confiaban angelicalmente en la UE,
aunque esta se cansó de repetirles que nanay. Algunos chicolearon cabe Putin para concitar apoyos
a la causa. Dislate cum laude. Y aquella rosa manoseada por tantos acabó por
chuchurrirse. Se acabó lo que se daba. Primera conclusión un tanto chocante: el
movimiento independentista se mató así mismo. Lo que no quiere decir que,
suicidado ahora, no tenga en barbecho decenas de miles de feligreses dispuestos
a lo que sea. Cada vez menos, por supuesto. Pura bambolla.
A
ellos se ha dirigido la incombustible Clara Ponsati, eurodiputada, renovando el mensaje del
chicoleante Toni Comín:
hace tiempo ésta caballero llamó a dar la vida por Cataluña; ella suplicando,
desde la mesa camilla de su hogar, que había que darlo todo por Cataluña. La
capitana Araña.
Que
el movimiento está roto es algo bien visible. Una ruptura –como causa o efecto,
no lo sé— que siempre estuvo en la zahúrda de las relaciones entre los post
post post convergentes y los de ERC. Finalmente, el toro del independentismo ha
sufrido un descabello por parte del diputado Rufián, diestro en esas lides, llamando a los
post post post convergentes sonoros piropos: ´señoritos´, ´pijos´, amigos de Putin. Por lo que
esta generación de dirigentes de los hunos y los hotros será incapaz de
arreglar la ruptura del independentismo. Ojalá sea así. Porque un movimiento
que se suicida no es de fiar.
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