Nuria de Gisbert,
ex presidenta del Parlament de Catalunya y ex Consellera de Justicia, tiene una
tendencia morbosa –patológica se diría--
en darle a las teclas de tuiter. Es, por así decirlo, una señorona o,
por lo menos de esa manera, la calificaríamos en Santa
Fe, capital de la Vega de Granada. Durante toda su vida ha militado y
ejercido altos cargos en las filas de la democracia cristiana catalana, un
partido que, cual enredadera, vivió bajo los pechos de Jordi Pujol.
De
tan larga militancia nadie es capaz de recordar aportaciones dignas de mención
a la política catalana. Lo suyo fue lucir, con notable aprovechamiento, el
palmito de su importante saga familiar. Hasta que, llegada a la madurez,
descubrió el ardor guerrero del independentismo. Aquí trasladó la fe del
carbonero. Del viejo apotegma católico, apostólico y romano “fuera de la
Iglesia no hay salvación” pasó a su equivalente dogmático: “Vete de Cataluña si
no eres de aquí”. Lo ha hecho con ira santa, tal vez para hacer olvidar una
biografía que llamarla moderada sería una evidente exageración.
Los
reiterados tuiters de esa dama son, de un lado, herederos de un nacionalismo
arcaico, sectario, profundamente excluyente, que se funda en el viejo ius solis (el derecho del lugar); y, por
otro lado, la expresión de las peores consecuencias de la oleada de xenofobia
que recorre Europa. Tamaña literatura tuitera ha motivado una profunda
desaprobación así en la política como en ese patio de vecinos que denominamos
redes sociales. Incluso algunos
portavoces de Esquerra Republicana de Catalunya han censurado a doña Nuria.
La
dama ha reaccionado como es habitual en estos casos: no, ella no quería
comparar a ciertos dirigentes políticos con los cerdos, ha vuelto a tuitear. Se
ha exagerado, añade. Y remata la corrección afirmando que en todo caso los
criticados han traido al Parlament de Cataluña una actividad de “verduleras”.
Ajá. Es la afloración del clasismo. No son comparables a los cerdos sino a las
verduleras. Una comparación que, a buen seguro, aprendió en su niñez en un
colegio de monjas de alto copete.
Los
socialistas han presentado una moción para que el Parlament retire la concesión
de la Creu de Sant Jordi que recientemente se le ha concedido a la dama. Cuando
ya tenía los dedos prestos los dedos para reanudar el combate.
Inquieta,
en todo caso, ver a un caballero cabalgando en caballo blanco y, a poca
distancia, acompañado por doña Nuria que, a mujeriegas, galopa en otro jaco en
parecida dirección. Así, pues, guerra a las verduleras, sean catalanas de toda
la vida o de Guadix.
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