Parece
claro que algunos no hemos sabido convencer a ciertos amigos para que
desistieran de organizar candidaturas de izquierda de cara a las pasadas
elecciones generales. Seguramente los argumentos que les dimos no fueron
suficientemente convincentes. En lo que a nosotros se refiere es del todo claro
que fracasamos en nuestro intento. A partir de ahora tendremos que afinar más
en nuestros razonamientos y darle más espesor político a nuestras sugerencias.
Ahora bien, nuestros amigos tienen su propia responsabilidad. Por supuesto,
estoy hablando principalmente del empeño que han puesto mis admirados Baltasar Garzón y
Gaspar Llamazares en transformar su movimiento, Actúa, en partido
político y, de ahí, a competir en las elecciones generales. La idea inicial –esto
es, Actúa como movimiento impulsor de diálogo de las izquierdas y los
progresistas— tenía su fundamento. Convertirlo en un partido convencional tenía
el riesgo de que interviniera como tal en los procesos electorales. Así ha
sido. Fracaso caballuno.
El
caso de Actúa es el más visible, pero no el único. No pocos conocidos también
se han decidido, de un tiempo a esta parte, en fundar nuevos partidos de
izquierda. No es necesario citarlos porque sería un tanto farragosa su
descripción. En todo caso, no creo ser excesivamente entrometido si –respetuosa
y cariñosamente-- les sugiero que
también ellos nos ofrezcan su rendición de cuentas, esto es, la valoración de
sus resultados. De entrada les invito a contradecirme, si es que estoy errado:
vuestros resultados electorales no sólo han sido irrelevantes sino que,
especialmente, no han ayudado a establecer una mejor relación de fuerzas. Si
esto es así sería oportuno que especificaran los motivos de la marginalidad de
sus resultados. Esto es, que dieran a conocer por qué sus presupuestos
electorales no se han traducido en los resultados que esperaban.
Hay
gente irascible que entiende que ese desmesurado afán por fundar partidos y
partidillos a la izquierda se corresponde con vivir del cuento, o seguir
viviendo del cuento. No digo que no. Pero no creo sinceramente que ese sea el
caso de Actúa y el de otros conocidos y saludados que han hecho acto de
presencia en las generales del pasado domingo. Esta opinión que expreso puede
no ser convincente para muchas amistades. Pero yo entiendo que los tiros van
por otra vereda. Lo digo, porque las gentes que me refiero no necesitan la
política para ´vivir´ con o sin cuento. Son personas de acreditada profesión.
El motivo –equivocado, por supuesto-- es,
me parece, una extremada y, tal vez, patológica pasión política que les conduce
a una tendencia al redentorismo. Y, más en concreto, a pensar que ellos encarnan la izquierda perfecta. La
izquierda del presente y futuro perfecto. Sea como fuere, se nos debe una
explicación de la poquedad de los resultados. Es lo que tiene el dichoso camino
de perfección.
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