jueves, 6 de junio de 2013

¿SON ESPONTÁNEAS CIERTAS LUCHAS DE MASAS?

Hasta donde yo recuerdo es un lugar común definir determinadas movilizaciones (especialmente cuando son de gran relevancia) como «espontáneas». Ahora, con motivo de la presión de masas en Turquía algunos politólgos de alto copete y ciertos periodistas de postín, igual que lo hicieron en la primavera árabe, insisten en la perezosa definición del espontaneismo para definir el carácter de esta lucha sociopolítica. Es perezosa porque de esa manera tranquiliza el no seguir escarbando en las características y en los orígenes de tal movimiento. Tres cuartos de lo mismo podemos decir con motivo del movimiento del 15 M.

Echemos mano a la memoria: todavía hay gentes de pluma que insisten en el carácter espontáneo de aquel movimiento que fue Comisiones Obreras a mediados de los años sesenta. Sin embargo, yendo a lo concreto, los metalúrgicos de Madrid sabían del compromiso de Marcelino Camacho y del joven Julián Ariza, entre otros; en las grandes empresas y talleres sevillanos se hablaba de Fernando Soto y Eduardo Saborido (a quien llamaban cariñosamente el Canijo); en Barcelona los trabajadores textiles y de la Construcción conocían a Agustí Prats y Luis Romero; y en Blanes –sin ir más lejos--  se hablaba de la familia Antequera y de su pater familias, Paco. Todos ellos herederos de otros grandes movimientos espontáneos de antaño como los Ciompi florentinos, con Michele de Lando a la cabeza y las luchas napolitanas de mediados del siglo XVII a cuyo frente estaba el gran Masaniello.

A mi juicio existe –conscientemente o no--  una confusión entre «espontaneismo» y «no jerarquización». Toda lucha social tiene detrás unos inspiradores, impulsores, animadores o como se les quiera llamar. Es un grupo que convoca qué día, a qué hora y en qué lugar debe producirse el  encuentro de la multitud a la que se llama. Cuestión diferente son las características “orgánicas”, convencionales o no, de ese grupo; y, por supuesto, es cosa diversa la orientación posterior que tomen tales grupos inicialmente inspiradores del conflicto espontáneo.

Los partidos políticos –también los de la izquierda lassalleana--  parecen reconfortarse con esa caracterización espontánea.  De ese modo, tales movimientos sociales, así calificados, dan la impresión que están en el extrarradio de la política. De gentes que van «por libre» y que, además, no admite la primacía de la política convencional. De ahí que la política instalada siempre haya mirado con el rabillo del ojo a los movimientos sociales de ese signo. Porque se niegan a ser cooptados. Y, sin embargo, son ellos quienes han puesto en crisis y han provocado el deshilachamiento de la política convencional tal como la hemos conocido y seguimos observando. En el fondo de todo ello está el necesario debate que propuso en su día Bruno Trentin en  CAPÍTULO 3 (1) ¿CAMBIAR EL TRABAJO Y LA VIDA O, ANTES, CONQUISTAR EL PODER? y CAPÍTULO 3 (2) ¿CAMBIAR EL TRABAJO O, ANTES, CONQUISTAR EL PODER?

 

 

(Homenaje a Paco Antequera)



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