viernes, 12 de abril de 2013

TOXO Y MÉNDEZ RENOVANDO EL SINDICALISMO




Ignacio Fernández Toxo dijo hace poco que es necesaria la «refundación del sindicato» y en el contexto del importante congreso ugetista Cándido Méndez afirma, más o menos, que «a Ugt le conviene algo más que un lavado de cara».  Ambas son ideas-fuerza de especial contundencia, que se confrontan con las «ideas muertas» que son la madre de las «prácticas muertas». Como es bien sabido, John Stuart Mill definía las ideas muertas como aquellas ideas que se aceptan por costumbre y sin discusión alguna. Tres cuartos de lo mismo podríamos decir de las prácticas muertas: aquello que se sigue haciendo por pura rutina y ya desubicado de la cambiante realidad.   

Debemos congratularnos de esa tensión renovadora de la que hacen gala los dos dirigentes sindicales porque apuntan sin ambages a un cambio profundo de la personalidad del sujeto social más importante en nuestro país y de su quehacer cotidiano. Ciertamente, no es la primera vez que apuntan en la misma dirección pero nunca lo habían planteado con un carácter tan solemne y perentorio como en esta ocasión.

Este es el momento de proceder gradualmente a esa operación que plantean Toxo y Méndez. De un lado, la coincidencia unitaria en la necesidad de la renovación; de otro lado, la visible estabilidad de los grupos dirigentes de ambas organizaciones. En momentos de unidad –máxime si viene de muy atrás--  y de estabilidad orgánica son posibles esas operaciones que aspiran a ser de largo recorrido. Por otra parte, el impulso que proponen ambos sindicalistas es, sobre todo, una interferencia a esa tendencia –diríase natural— de las grandes organizaciones a la esclerosis y burocratización.

La necesidad de la autorreforma sindical viene a cuento no sólo porque hay que encarar esta crisis gigantesca con nuevos y más eficaces métodos sino porque se precisa que el sujeto social afronte los grandes desafíos del ya instalado cambio de paradigma en los centros de trabajo, las transformaciones en el seno de la estructura de las clases trabajadores y la mutación de la economía. En ese sentido, el sindicalismo no puede agrupar sólo a los «últimos mohicanos». Así pues, los llamamientos de Toxo y Méndez representan un algo más que un toque de atención a los evidentes retrasos que tiene el sindicalismo confederal, a toda una serie de asignaturas pendientes que se van dejando siempre a un incierto «mañana» al igual que el viejo cartel de las tabernas antiguas: «hoy no se fía, mañana sí».

Por lo demás, sería oportuno que esas grandes declaraciones estuvieran acompañadas de reformas puntuales, concretas. Esto es, convertir en «ideas vivas» y «prácticas vivas» la acción colectiva del sindicalismo confederal. Pongamos que hablo, de entrada, de la representación en los centros de trabajo y de la negociación colectiva, a ser posible con experiencias piloto. Y, así, mantener una ruta que afecte al conjunto del contenido y el continente del movimiento sindical.

  

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