lunes, 23 de julio de 2012

ESE REFERÉNDUM...




En junio de 1985 se perdió el referéndum sobre la escala móvil en Italia. Lo había propiciado el Partido Comunista Italiano que, como se sabe, contaba en las elecciones generales con más de diez millones de votos, gobernaba en las principales regiones y en los ayuntamientos de las grandes ciudades; un año antes el PCI –tras la muerte de Enrico Berlinguer--  ganaba las elecciones europeas sobrepasando a la Democracia cristiana (il sorpasso). Por eso, cada vez que oigo la palabra referéndum tengo muy presente aquel acontecimiento. La gigantesca fuerza afiliativa de los comunistas italianos, su enorme representación electoral y su audiencia en los sectores organizados de la sociedad no fue suficiente para ganar aquella consulta.

Lo que digo viene a cuento, tras la exigencia de Izquierda Unida, de reclamar un referéndum en España para que la población sancione su oposición a las tan injustas como inútiles medidas del gobierno del Partido popular. Y sobre ello me devano los sesos.

De un lado, tengo la certeza de que el Gobierno no convocará dicha consulta. Ni le interesa, ni se lo dejarán hacer las cancillerías europeas, menos todavía la Unión europea. De otro lado, me aproximo a la certeza de que el PSOE y los nacionalistas (catalanes y vascos) tampoco estarán por la labor. Así pues, de la certeza y de la aproximación a ello, cabe deducir que no habrá referéndum insitucional. Tampoco habrá dimisión del gobierno, que es la exigencia alternativa.

En esa lógica, la salida no sería otra que la ya manifestada por la dirección de Izquierda Unida: será convocada con los requisitos convencionales al uso, pero desde fuera de los aparatos institucionales. Lo que presupone una ingente movilización de personas, primero, en la explicación de masas, y, después, una enorme acupuntura organizativa en todas las fases de esa consulta.

Supongamos, así las cosas, que se lleva a cabo. La pregunta es: ¿se conseguirían los porcentajes –esto es los millones de adhesiones— que requiere la ley, aunque esta consulta no fuera de carácter institucional? ¿Qué sucedería si no se alcanzara dicho porcentaje, a pesar de la masividad de la participación? Si, como es de esperar, la respuesta –contraria a las medidas— fuera contundentemente masiva, sería lógico que la valoración fuese positiva, aunque no alcanzara los requisititos establecidos. Pero, entonces, los objetivos de ganar el referéndum no se habrían alcanzado. Y de lo que se trata en una consulta de este calibre no es tener muchos millones de adhesiones, sino ganarla. Ganarla cuantitativamente.    

¿Que se opta por el referéndum? Me olvido de lo dicho y, sacando del armario mis ardores juveniles, me pongo, en cuerpo y alma, a lo que se diga. Por mí no quedará.   

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