lunes, 8 de noviembre de 2010

EL AGOTADO MODELO DE CONCERTACIÓN SOCIAL


Este blog publicó el otro día la importante intervención de Quim González en la clausura del Comité Federal de Fiteqa-CC.OO: DESPUÉS DE LA HUELGA DEL 29, ¿QUÉ? HABLA QUIM GONZÁLEZ Lo hicimos por la anomalía que representa una intervención que es, a todas luces, clarificadora desde su mirada crítica. Con una crítica, a su vez, muy constructiva. Se diría que lo que realmente hace Quim es formalizar lo que desparpajadamente se dice en corrillos informales, pero que pudorosamente se calla en la solemnidad de las reuniones. De hecho esta es la tradición, hasta donde la memoria me alcanza, de los químicos y textiles. La novedad, en esta ocasión, es que afortunadamente le han dado cuatro cuartos al pregonero, esto es, la han publicado en la web federativa. De ahí la sacamos y, en el argot del medio, la pirateamos. De paso, nos permitimos la imprudencia impertinente de comentar la jugosa intervención del secretario general de los fitecos.


Primero. Pienso que la exigencia que se plantea en el informe de trasladar la visión panorámica de la huelga del 29 de septiembre a una observación microscópica –esto es, sector por sector y lugar por lugar— no es solo una exigencia de verificación formal sino un método obligado de rendirnos cuentas a nosotros mismos. O lo que es lo mismo: la mirada al por mayor o granel debe conducirnos a la observación al detalle. Precisamente porque la movilización fue importante estamos obligados a relatar lo que el ponente califica, junto a los aciertos, como cardos, y yo mismo definí como burgos podridos. Concretamente lo dije en
¿DÓNDE HA HABIDO GARBANZOS NEGROS? Más todavía, incluso desde la mirada panorámica parece obligado que reflexionemos en torno a lo que un servidor apuntaba en una de las “entradas” en este blog pocos días después del día 29 de septiembre: Convengamos –según los datos que tenemos todos en el armario de la realidad-- que en esta huelga los sectores industriales, que ya cuantitativamente son minoritarios por su demografía como por los niveles de afiliación al sindicalismo confederal, han sido los que han corrido con el peso mayoritario del desarrollo de la huelga. Los sectores terciarios, que ya son mayoría en número de asalariados y en índices de afiliación, han tenido una participación muy, muy desigual: de gran importancia en los transportes y medios de comunicación, y en el resto –salvo excepciones— ha conocido un gran número de garbanzos negros. Seamos claros: esta fue una asincronía que viene de hace algunos años y que –precisamente por no tenerla en cuenta-- se ha repetido clamorosamente en la huelga del 29 de septiembre. Este es un asunto de extrema importancia porque se refiere al carácter y amplitud del conflicto social, especialmente cuando adquiere dimensiones generales.


Segundo. Puesto a seguir hilando fino, Quim González afirma: “creo que la huelga general se mide en los centros de trabajo, se mide con las empresas vacías y no con las calles vacías”. Sorprendentemente, esta afirmación que parece tener una cierta dosis de heterodoxia es, fundamentalmente, la más brillante tradición de la acción sindical del siglo XX cuando se va conquistando, gradualmente, derechos de ciudadanía en el centro de trabajo. Esta es nuestra memoria colectiva y así lo ha dejado escrito la investigadora norteamericana Beverly Silver. Que ha estudiado en Las fuerzas del trabajo (Akal, 2005) las formas de lucha de los trabajadores, en sus rasgos generales, a lo largo de todolos siglos XIX y XX. En aquellos tiempos lejanos los obreros en la manufactura expresaban su acción colectiva no tanto dentro de la fábrica sino en el exterior: la organización del trabajo no ofrecía, todavía, instrumentos particularmente ventajosos para la lucha, de ataque al poder del patrón, hecha la excepción de la huelga; de ahí que la movilización obrera tendiera a basarse en las relaciones sociales del y en el territorio: un ámbito social externo a la fábrica.

Ocurre, sin embargo, que sin saber exactamente porqué el enfoque sindical, en esta cuestión, se ha ido deslizando a la panorámica mediática que, con razón o sin ella, han impuesto los medios de comunicación. Que los medios tengan esa visión es algo que les afecta (o debería afectar) a ellos y solo a ellos. Pero no al sujeto social convocante, director y “gestor” de la acción colectiva que es la huelga o el conflicto social.


Pienso que Quim González acierta, con la ortoxia del siglo XX. Porque, si se me permite la altisonancia, la vis histórica del sindicalismo surge del y en el centro de trabajo, y es ahí donde se ejerce principalmente (aunque no únicamente) el conflicto social que es la huelga, sea general o sectorial. Luego la valoración de ese conflicto no puede ser otro que “la fábrica vacía” o, para mayor precisión, el centro de trabajo en huelga. Comparado con ello, las calles vacías son un perifollo. En resumidas cuentas, la madre del cordero está en el centro de trabajo, y ese –y no otro— el rasero de cómo valorar la huelga. Ni siquiera lo es la manifestación multitudinaria que, aunque importantísima, no puede suplir la vis histórica del sindicalismo. Entiéndase bien, no estoy contraponiendo la huelga en el centro de trabajo a la manifestación multitudinaria; estoy citando prelaciones.


Tercero. En un momento determinado Quim González nombra la bicha. Viene a recordar que nuestra debilidad está en la empresa: “Nuestro déficit está en cómo influimos en la humanización de las condiciones de trabajo, en la seguridad del puesto de trabajo, en la cualificación y la organización del trabajo, en como somos parte activa y principal de la transformación que viven las empresas centralizando funciones, descentralizando decisiones, etc… Nuestro déficit esta en arañar derechos colectivos e individuales para los trabajadores y trabajadoras, en avanzar en la participación de éstos y de sus sindicatos en la marcha de la empresa: es en estos aspectos en los que tenemos, sin duda, muchos más déficits de propuesta, iniciativa, debate y reflexión sindical, que en los relativos a las políticas públicas”. Son cosas sabidas desde hace mucho tiempo; es más, yo diría que esta es otra de las gangas que los sindicalistas de mi quinta dejamos a los que nos sucedieron. Pero que las nuevas generaciones han corregido muy levemente.


Pienso que la tradicional debilidad del sindicalismo en el centro de trabajo responde dos elementos que se condicionan mutuamente. De un lado, la desubicación del sujeto social con relación a las gigantescas mutaciones de época que vienen de hace unas décadas; de otro lado, el envejecido modelo de representación en el centro de trabajo que representa ese ilustre anciano que es el comité de empresa. Estos dos grandes problemas –sobre los que vengo insistiendo desde hace mucho tiempo-- explicarían porqué nuestro sindicalismo confederal no está suficientemente ancorado en el centro de trabajo, esto es, el déficit de su vis histórica.


Cuarto. Si la generación fundadora de Comisiones Obreras –en tiempos de dura represión y ausencia de libertades-- provocó una radical discontinuidad con “lo viejo”, los actuales grupos dirigentes deberían hacer lo propio, esto es, poner las bases de un cambio profundo. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que no es posible mantener el anclaje cultural que todavía se tiene en las culturas y prácticas del fordismo, ya que este sistema es ya pura chatarrería. En ese anclaje me parece que radican todos los problemas que tenemos. Para decirlo en palabras rotundas: debemos ser el sindicalismo que, en el actual estadio de la sociedad informacional, exprese su personalidad de sujeto-conflicto. De ahí que piense que el tipo de concertación con nuestras contrapartes, que se ha ejercido hasta la presente, esté definitivamente agotado. Agotado en sus contenidos que siguen estando en sintonía con el fordismo y no en el nuevo estadio de la innovación-reestructuración. La salida que propongo la he expuesto en
DESPUÉS DEL FORDISMO, ¿QUÉ? Ello me ahorra insistir en el tema.


Con todo, algo me queda por aclarar. El actual modelo de concertación prima el carácter legislativo sobre el contractual propiamente dicho. En ese modelo hemos crecido y –queriendo o sin querer— hemos participado de un abundoso contagio legislativo de nuestras relaciones laborales. Que, además, siempre acaba con la confrontación entre el movimiento de los trabajadores (con el sindicalismo a la cabeza) y la representación popular que representa el Parlamento. Eso es lo que ha ocurrido bajo los diversos gobiernos de no importa qué color aparentan sus banderas.


Pues bien, si este modelo está definitivamente agotado, parece claro que hemos de reinventar uno nuevo. Que no tenga como baricentro un elemento puntual, aunque no lo excluya. Sino un itinerario de largo recorrido, es decir, la negociación permanente en torno a la gran cuestión de la innovación tecnológica. Y el engarce de esta con los grandes temas del Estado de bienestar, estableciendo los vínculos y compatibilidades con la cuestión medioambiental.


Radio Parapanda. Conclusiones XIX Encuentro de Expertos Latinoamericanos de Relaciones Laborales

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