domingo, 26 de septiembre de 2021

Puigdemont en su laberinto


 

 

La reciente martingala de Carles Puigdemont,  primer espada del independentismo (sector aluminosis) podría tener las siguientes explicaciones: 1) últimamente estaba de capa muy caída hasta el punto de que, en su propio partido (Junts), había quien pensaba que era ya un estorbo, más todavía, un fastidio por sus relaciones un tanto turbias con la Rusia de Putin; 2) había llegado a la conclusión de que si la Mesa de diálogo cuajaba él mismo se convertía en un cero a la izquierda; 3) así mismo el hombre de Waterloo intuía que ERC había tomado el camino de la política pujoliana de ´peix al cove´ (pájaro que vuela a la cazuela), aspirando, durante un  tiempo impreciso, a una ampliación de la Autonomía y de renuncia, sin decirlo, de la independencia.

El hombre de Waterloo, así las cosas, necesitaba montar un pollo de colosales dimensiones. Sabe que puede ocurrir algo si se presenta en Alghero (Cerdeña) en un acto de independentistas sardos. Algunos de sus allegados se lo advierten: no conviene provocar al gobierno italiano. Lo demás ya lo conocen perfectamente ustedes.

Atención, ERC no cae en la martingala. Tras la detención de Puigdemont se establecen comunicaciones directas entre ministros y consejeros de la Generalitat: hay que preservar la Mesa. Naturalmente, ERC necesita guardar la ropa mientras se baña en el río: y simultáneamente a negar a Puigdemont la primera derivada (romper la mesa) acude a Alghero a solidarizarse con el tarambana de Waterloo.  Son los inevitables peajes que debe pagar ERC: cuando faltan arrestos hay que echar mano de postureos. O sea, ERC se viste de sedicente pragmatismo, de un lado, y, por otro, se calza de figuroneos para no infundir sospechas. Aragonès García, el Pujol chico.        

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