Ha
hablado Artur Mas,
presidente en funciones de la Generalitat –número cuatro de la lista de su
coalición y candidato oficial a repetir en el cargo— sobre Cataluña y la Unión
Europea. En esta ocasión, hace un par de días, ha afirmado que “Para que Cataluña sea un nuevo Estado de
la UE los países tendrán que ratificarlo. El Estado español nunca lo hará, y si
eso pasa tendremos un problema”. ¿Solamente el estado español no lo
ratificará?, nos preguntamos con curiosidad aproximadamente malsana.
Ahora bien, hasta la presente la opinión muy
mayoritaria del independentismo era que el ingreso de Cataluña en la UE “estaba chupao”. Se desconecta de España
y, en un abrir y cerrar de ojos, estamos en el club. En ese patio de vecindones
que es facebook circula una reproducción de un suelto de Raül Romeva, antes de irse de excursión, donde aseguraba
que el ingreso del nuevo estado en la UE era cosa de “cinco minutos”. Que nuestro excursionista hablaba
metafóricamente no es cosa de dudarlo, pero cinco minutos, dichos
políticamente, es una señal de inminencia. Muy en especial cuando a este
caballero, que ha sido europarlamentario, se le supone una información debida.
Ahora, el candidato Mas, que siempre insinuó
que el asunto se arreglaba en un abrir y cerrar de ojos, corrije el punto de
mira y admite que la cosa tiene su miga, que hay un problema, que tgendrán un
problema. Ignoramos, no obstante, qué ha sucedido o qué información tiene ahora
el caballero que antes no dispusiese. Sea como fuere, tras haber abonado el
campo independentista con “no hay problema”, al que se han sumado las almas de
cántaro, ahora –de sopetón-- aparece la
dificultad. Ignoramos cuándo tenía la cabeza en poder el mosto, si antes o
ahora.
Sin embargo, el candidato esconde todavía una
carta. Dice que “el Estado español nunca lo reconocerá”, esto es, nunca dará el
visto bueno al ingreso de Cataluña en la Unión. ¿Sólo el Estado español? ¿Acaso
tiene datos la diplomacia catalana de
que otros estados esperan el momento para darle el placet? ¿Quiénes? ¿La
Francia que gratuitamente quiere favorecer a los nacionalistas bretones, la
Italia que quiere echarle una mano a los liguistas del Norte? Parece que no
está muy bien informado el candidato. Nuesto hombre, sin embargo, lo que
intenta decirnos es que el Estado español es el único responsable de que una
aspiración de masas (eso hay que reconocerlo) se vea truncada y, de paso,
achacarle otro agravio. En definitiva, otra carga lírica: todos nos quieren en
Europa, excepto España. Hablando en plata: el candidato –tanto con la cabeza en
poder de las uvas como sin ella-- está
mintiendo a la ciudadanía, al tiempo que emborrona una reivindicación de masas
con una mentira caballuna.
En todo caso, esta aparente rectificación llega
tarde: el archipiélago independentista ya ha asumido (o lo finge con
desparpajo) creer que eso es cosa de “cinco minutos”. Y algunos tal vez finjan
que ni siquiera podrán comprobarlo.
Addenda ingenua. Por esos mundos de
las redes circula una foto: los diputados de la Lega del Nord están en sus
escaños con camisetas catalanas independentistas. Albricias, han dicho no pocos
aquí. Tal vez no han caído en la cuenta de que esa foto no les ayuda: ni son
los mejores aliados, ni habrán conseguido la amistad del Estado italiano, sino
todo lo contrario. Pero, ciertamente, esto no es poesía; se trata simplemente
de prosa.
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