No es aventurado pensar que en los estados mayores
del sindicalismo confederal se está en un proceso de reflexión sobre qué ha
significado concretamente la reforma laboral que, tras ser impuesta
unilateralmente, ya cuenta con un año de vida. Y, como es de suponer, es de
cajón que se haga público -–como siempre se hizo-- el balance de la negociación colectiva de este
año.
Ya hemos hablado en anteriores ocasiones de los dos
grandes rasgos que presumíamos una vez realizado el diktat de la mencionada reforma: ni por asomo se ha producido el
efecto taumatúrgico que los redactores y los exegetas de dicho texto le
pronosticaban. No sólo no se ha creado empleo sino que se sigue destruyendo a
mansalva. No sólo se ha eliminado la litigiosidad y el recurso a los tribunales
sino que también se ha incrementado. Que, sin duda, irá en aumento con la
indeterminación que producirá el disparato agujero negro de la ultractividad. Pero estas son cosas sabidas… Así es que estamos a la espera del balance de
lo que ha pasado este año de reforma laboral.
Por ejemplo, ¿qué elementos concretos se han dado en
el terreno de los convenios colectivos? ¿qué mecanismos de freno se han
producido? ¿qué cláusulas, sin embargo, contrarias a la reforma –o de
interferencia a la misma-- se han
producido? Y, a tenor de ello, ¿qué
proyecto factible, con cara y ojos, es capaz de enhebrar el sindicalismo para
desbordar gradual y eficazmente la reforma laboral? Esta es una exigencia que
tiene más sentido, si cabe, en esta situación de crisis, de una serie de crisis
superpuestas a la que el sindicalismo debe enfrentarse con sus propias
alternativas.
En resumidas cuentas, un proyecto que pueda sacarnos
de la actual indefinición que preside nuestras cosas más directas. No quisiera
ser mal educado, pero los trabajadores nos juzgarán por nuestras preocupaciones
sobre las cosas que más directamente les afectan y no porque se aplaudan
iniciativas de otros sujetos políticos de las que somos meramente espectadores.
1 comentario:
José Luis recuerda algo que nunca debería haberse olvidado: los trabajadores juzgan a los sindicalistas en función de si a estos les preocupan los problemas de aquellos y de lo que hacen para encontrar soluciones. Yo me pregunto:
1. ¿cuantos hay que trabajan además de hacer sindicalismo?
2. ¿son trabajadores los que quieren pero no pueden trabajar porque están en el paro? (por causas diversas)
3. ¿cuándo se recuperará el respeto, por autoridad moral, de los trabajadores hacia los sindicalistas?
4. ¿cuándo la principal fuente de financiación de un sindicato serán las cuotas de sus afiliados?
No quiero seguir porque alguien puede pensar que soy "antisindicatos". En cambio, declaro que estoy convencido que los sindicatos de trabajadores son una institución de "religacion" de una sociedad moderna, democrática, que progresa... en definitiva, que son fundamentales. Pero los actuales... requieren, también, "reformas estructurales".
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