Primero
Me permito un ruego afectuoso a los dirigentes políticos de las izquierdas: no se aglomeren ustedes opinando sobre
Porque todas las izquierdas han considerado que los `asuntos sociales´ eran cosa exclusiva de los sindicatos. Ellas, las izquierdas, se habían autoasignado la ocupación del Estado y decidieron que el sindicalismo debía preocuparse sólo y solamente del frigorífico. Digamos que es la línea que enlaza Lasalle, Lenin y los dirigentes políticos de las izquierdas de ayer y hoy. Ellas, las izquierdas, pensaron y practicaron que los sindicatos formaban parte de la familia de los dioses menores. Así las cosas, provocaron una separación drástica entre los gobernantes y los gobernados que, en buena medida, explica –al menos parcialmente— la crisis de identidad de las izquierdas europeas y a todas aquellas que han contaminado. De manera que, una hipótesis de salida de dicha crisis, es que la izquierda política resitúe en su discurso partidario eso que, impropiamente, se llama la `cuestión social´, entendida como zona franca del quehacer democrático. Ahora, por así decirlo, la ocasión la pintan calva:
Ahora aparentemente cambiamos de registro.
Segundo
La tecno-estructura de
¿De qué debates públicos ha salido esta literatura? ¿Desde qué foros se ha sugerido un disparate de tanto calibre? Porque, ciertamente, sorprende la idea de ampliar la jornada laboral y, todavía más, el caballuno diapasón de la medida. Pero, en otro orden de cosas, no es menos sorprendente que, desde una instancia “trans-estatal” como lo es
Primera enseñanza: no hay conquistas `sociales´ definitivas, todas ellas son interinas y están en permanente sospecha. No se trata de ser agnósticos al por mayor, pero sí de estar siempre con la mosca detrás de la oreja. Y más todavía en esta fase de reestructuración-innovación de los aparatos productivos del trabajo material e inmaterial. Porque, en esta época, estamos en la siguiente contradicción en lo atinente a
Cambiemos de tercio. Digamos que toda revolución industrial –la primera a finales del siglo XVIII, la segunda con la cadena de producción y la tercera con la sociedad de la información en el mundo de la globalización interdependiente— ha significado una puesta en entredicho, dentro y fuera de los centros de trabajo y del puesto de trabajo, de los anteriores equilibrios de poder, fueran muchos o pocos. O, lo que es lo mismo, cada fase emergente intentaba una redistribución de los poderes y las libertades. La primera con la coerción explícita de la erradicación y exclusión, instaurando una relación de absoluto dominio sobre la persona y no sólo de su trabajo. La segunda con la expropiación taylorista y fordista de los saberes y del saber hacer de los trabajadores: éstos quedaban reducidos a una prótesis de la dirección de la empresa. Y la tercera –la que vivimos en la actualidad— expropiando tendencialmente el control del conocimiento en constante evolución.
Si hemos de hablar sin pelos (o al menos con pocos) en la lengua, habrá que decir que las heroicas respuestas que nuestros tatarabuelos y abuelos –lo digo en función de mi edad, ya provecta-- dieron a las dos primeras revoluciones industriales acabaron en sendas derrotas. Después corrigieron el rumbo y nuestros padres vieron el camino más allanado: un camino que, en gran medida, enderezaron parcialmente. Lo que implicaría que las actuales generaciones de sindicalistas están en mejores condiciones para enfrentarse a los desafíos de todo tipo: incluido el que nos lanza el elenco de la tecno-estructura comunitaria en nombre de la mayoría de los actuales dirigentes de
Tercero
Hemos aprendido que el atrincheramiento sólo conduce a nuevas derrotas. También sabemos, aproximadamente, que al movimiento organizado de los trabajadores y su acción colectiva, si son derrotados, no le queda otra salida –queriéndolo o no-- que convertirse en una prótesis de “ellos”. Así pues, no veo otra solución que el sindicato-proyecto: de un proyecto organizado explicita y establemente. Lo que querría decir que, frente a
De esa manera –el sindicalismo que unitariamente organiza el proyecto— se puede vislumbrar: 1) una implicación activa e inteligente del conjunto asalariado; 2) una confluencia con el mundo de los saberes de la ciencia y la técnica; 3) una agregación de la política a estos nobles menesteres sociales, digo, democráticos en su sentido más amplio. Esta la apuesta del sindicalismo europeo. Lo que implicaría transformar el tropel desordenado de la acción colectiva de cada estado nacional en un proyecto orgánico, que contemple las necesarias diversidades, que recorra la condición asalariada de los trabajadores europeos.
Cuarto
El Ministro Corbacho ha salido al paso de
1 comentario:
Pense que era solo el Uruguay que retrocede en leyes sociales. No puedo entender la inmovilidad de la gente que trabaja dejar si protesta esta involución. Me supongo que es los medios de comunicación que propagan confusión y desinformación. Es realmente grave la situación. Me conecte con otro mundo es pasible, pero no tengo esperanza en las sociedades ensegecidas,irresposables y soñalientas
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