martes, 24 de junio de 2008

LA DIRECTIVA DE LA VERGÜENZA Y LA IZQUIERDA PUTATIVA (2)


Algunas personas generalmente bien informadas han escrito que fue Diego López Garrido quien, telefónicamente expeditivo, conminó al elenco de eurodiputados socialistas españoles a votar la directiva que ha sido bautizada como “de la vergüenza”. Así pues, ya tenemos al cabeza de turco mientras el de más arriba se disfraza de noviembre para no infundir sospechas. Naturalmente don Diego no sale bien parado, aunque no es de extrañar el furor marrano de este alto cargo. Ahora bien el caso es que no pudo convencer ni imponer su decisión a Raimon Obiols y Josep Borrell.


Mucho y bien se ha escrito durante estos días sobre la directiva de la vergüenza y acerca del voto de la gran mayoría de los eurodiputados socialistas españoles. Desde la prensa, pongamos por caso Soledad Gallego hasta intelectuales de la talla de Jordi Borja quienes, además, han alertado del peligro de derechización del gobierno. Comoquiera que lo expresado por Soledad Gallego y Jordi Borja entra de lleno en la materia, quisiera aprovechar la ocasión para abordar el asunto desde otra dimensión. Que es…


Que es la relación entre los grupos parlamentarios y los gobiernos o administraciones. Una reflexión parcial que se limita, lógicamente en este caso, a la relación de tales grupos cuando su partido está en el gobierno. La primera consideración: es de cajón que la principal tarea de los grupos parlamentarios es la de sostener a sus gobiernos. Ahora bien, la manera paroxística con que se manifiesta el sostén está llevando en la práctica a la anulación del papel y del carácter de los grupos parlamentarios. Dígase con claridad: los grupos parlamentarios, en esos casos, son la prótesis terminal del gobierno. Lo que conlleva la automutilación del papel de representación de los parlamentarios. Que, por inferencia, conlleva la degradación de la democracia y sus valores `republicanos´ o simplemente `liberales´. El parlamentario es, así las cosas, un mandao. Si osa disentir sabe que su biografía representacional peligra. Es más, peligra también si se ampara en los valores, redactados o no, en el libro inmaterial de su partido; se arriesga, de igual manera, si se escuda en programas que, directa o indirectamente, concitaron que una parte de la ciudadanía les diera el voto. Su papel queda reducido a las contingencias políticas que expresa el imperativo telefonazo de (en este caso) don Diego y en otros de quien encarte.


De esta manera podemos suponer, con poca exageración por nuestra parte, que no existen resquicios de autonomía en los grupos parlamentarios; sólo cabe una reducidísima disidencia. El neocesarismo puede con todo. Las derivas autoritarias, que no son monopolio de las derechas, empiezan a ser moneda algo corriente en el territorio político de las izquierdas en una peligrosa indistinción con las derechas. Es más, el tal neocesarismo coloca a Obiols y Borell en una especie de, con perdón, reserva india, algo así como los últimos mohicanos. Son, ciertamente, el dato del honor de la izquierda. Pero el dato político es la decisión, el voto, del grupo parlamentario como colectivo, que se ha sumado gregariamente al telefonazo de don Diego López Garrido, perdón, del de más arriba.


¿Es la crisis de la izquierda? Sostengo que no. Porque cuando una serie de errores se repiten ene veces ya no se trata de un error, fruto de la crisis de la izquierda. Se trata de una decisión consciente a sabiendas y queriendas. Así pues, propongo saber diferenciar qué la crisis de la izquierda y qué es un planteamiento sostenido que, a la chita callando o de manera abrupta, hace que la izquierda se vaya convirtiendo en izquierda putativa. Ahora bien, como se dice en Parapanda: de la izquierda putativa a no ser de izquierdas ni de derechas hay un camino muy corto. Expresión ésta un tanto bondadosa porque cuando inicias ese camino acabas en la cooptación de los que nunca fueron los tuyos.


1 comentario:

DESPERTAFERRO dijo...
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