Ya se ha informado en este blog de una importante iniciativa que Comissions Obreras de Catalunya y la CGIL la Campania (Nápoles, para entendernos aproximadamente) han organizado para el otoño próximo en torno a la figura del gran sindicalista Giuseppe Di Vittorio. Precisamente para que el público empiece a familiarizarse con este hombre, se puso en marcha el blog Alumnos de di Vittorio que, posiblemente, acabe teniendo el tradicional formato de libro convencional. Buena iniciativa que pretende engarzar con el año Di Vittorio como un elemento más de la conmemoración del Cincuenta Aniversario de la muerte de nuestro amigo italiano. Importa resaltar que Catalunya coprotagonice con la Campania la organización y desarrollo de este homenaje a la figura de Giuseppe Di Vittorio.
Pues bien, en base a lo anterior y, especialmente, por todo lo que se ha escrito –y se seguirá escribiendo-- sobre la memoria histórica, la pregunta es: ¿cuándo la dirección confederal pondrá en marcha un homenaje del mundo del trabajo a Marcelino Camacho? En todo caso, retiro la propuesta si es que en las altas esferas sindicales de la CS. de CC.OO. de España hay algo en marcha.
Es ocioso argumentar esta propuesta. Porque lo cierto es que no se entiende la historia de la acción colectiva del movimiento de los trabajadores y del sindicalismo español sin Marcelino Camacho. Y, por lo demás, no se entendería la importantísima labor de Comisiones sin la obra de Marcelino. Tres cuartos de lo mismo acostumbran a decir los amigos italianos acerca de Di Vittorio.
Cojamos el toro por los cuernos: es posible que nadie haya caído en la cuenta de recuperar la figura de Marcelino debido a las últimas posiciones que este dirigente tuvo que, ciertamente, no sólo no fueron afortunadas sino gratuitamente agresivas contra el grupo dirigente confederal. Pero eso no invalida, de ninguna de las maneras, la muy relevante obra de Marcelino al frente del sindicato. Más todavía, la praxis camachiana como defensor de las libertades democráticas y de los derechos sociales del universo del trabajo.
Y si grande fue su obra, mayor fue el prestigio y, sobre todo, el afecto que concitaba su persona entre todo el mundo. Cuando Marcelino iba por las calles de Barcelona (o de otro lugar), era saludado, tocado y celebrado por los transeúntes. Ese afecto no lo ha tenido ninguna figura de la política española en los últimos cincuenta años. Podrá haber políticos respetados, pero respetados y queridos yo no los he conocido, al menos con la fuerza que se tuvo con Marcelino Camacho.
No estoy planteando cubrir un expediente administrativo o un revival. Hablo de un deber hacia uno de los padres nobles de la izquierda española.