Seguimos con el asunto de ayer. Pero, en esta ocasión, intentando entrar un poco más en el artículo de Federico Durán (Catedrático del Derecho del Trabajo y socio del Gabinete Garrigues) que acompañaba a mi redacción de ayer.
La no tan novedosa tesis del académico y mánager Durán se centra, especialmente, 1) en escorarse hacia la autonomía individual en la negociación colectiva; y 2) en calificar la forma-convenio como corporativa, como residuo (afirma) de épocas trasnochadas. En todo caso, debemos agradecer a Durán que no haya utilizado, en esta ocasión, el sobado término ‘moderno’.
De ahí que Durán arremeta contra el Tribunal Constitucional: “en las relaciones de trabajo, el contratante individual desaparece y no cabe un acuerdo de voluntades que, sin destruir el marco general pactado en el convenio, fije condiciones específicas en beneficio de ambas partes”.
Atención a la sintaxis duraniana, está indicando algo más que un contraste: habla de “acuerdo de voluntades”. No hace falta ser tan quisquilloso como Wiitgenstein en la utilización del lenguaje para oler que ese “acuerdo de voluntades” está apuntando a una orientación más mercantilista que iuslaboralista. Lo que no debería, ciertamente, extrañar en un mánager que se precie. Y comoquiera que Jano Bifronte guardaba dos puertas, maquillamos el viejo refrán: casa de dos puertas es difícil de compatibilizar. Yendo por lo derecho: Durán apunta a la desforestación del iuslaboralismo en los términos más duros del Libro Verde del Derecho del Trabajo europeo. Si se marcha por esa vía –esto es, transitar del contrato colectivo “erga omnes” al individual “acuerdo de voluntades”-- lorquianamente hablando, Weimar se disfraza de Minessota para no infundir sospechas. Y, de otro lado, el paisaje cambiaria radicalmente. Explica el amigo Walter Cerfeda –uno de los dirigentes más lúcidos de la Confederación Europea de Sindicatos— que: “en los nuevos Estados adheridos a la Unión Europea, la contratación de trabajadores con contratos no colectivos --es decir, individuales de tipo mercantil— se ha convertido en la forma habitual”. Se supone que mediante un “acuerdo de voluntades”; naturalmente siguiendo para los de arriba el lema de “esto es lo que hay o lo tomas o lo dejas” y para los de abajo la resignación del “menos da una piedra”. Lo uno y lo otro fue, en tiempos pretéritos, la fundamentación de la emergencia del Derecho del Trabajo.
Según Durán el convenio colectivo es una reminiscencia corporativa del pasado. La simulada tosquedad del argumento indica que el acuerdo colectivo es uno de los vestigios del fascismo italiano (Carta del Lavoro, mussoliano) y del fascismo franquista (Fuero del Trabajo). Con lo que, rebus sic stantibus, hay que ir a uñas de jaca –y con dosis de matacaballo-- a la individualización plena de la negociación en clave mercantil. Lex mercatoria versus iuslaboralismo. O sea, la puerta de estribor a donde mira una de las caras de Jano.
Concluyendo: la mejor manera de salir al paso –no digo ya de los remiendos escolásticos de Federico Durán sino esencialmente de los planteamientos contraforestales del Libro Verde-- es conformar una negociación colectiva basada, como decíamos ayer, en la equidiversidad, entendida como un proyecto donde tendencialmente la equidad y la diversidad formen parte del mismo todo. Que esté sustentada en normas claras, obligatorias y obligantes, para que lo general no devore la diversidad.
Por último, me permito un aviso para navegantes, recurriendo a la experimentada voz de un sindicalista con mando en plaza y que sabe de qué va el asunto: “...mucho ojo con infravalorar este asunto [el Libro Verde]. El Libro Verde abre una de las páginas más necesarias, pero también las más peligrosas de nuestra historia reciente. De ahí que nuestra orientación y vigilancia deber ser sin precedentes”. Es el amigo Walter Cerfeda que posiblemente sale al paso de posturas de cierta galbana sindical o de algunos descuidos involuntarios. Y luego algunos desenfadados dirán que las cúpulas no están demasiado al tanto de las cosas... Choca esos cinco, Walter. Un día hablaré de hasta qué punto este hombre nos ayudó, siendo un prestigioso dirigente de la Cgil piamontesa, al movimiento de los trabajadores de Catalunya.
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