Lo
peor de una derrota política –tanto si es electoral o de otra naturaleza-- no es el batacazo sino que, tras él, puede
venir la división. Las travesías del desierto en división son muy ásperas.
¿Hace falta recurrir a ejemplos? Mejor no. Pero en los momentos actuales
tenemos muy presente la enseñanza del fracaso del procés catalán. Tras su derrota sin paliativos lo peor es que sus
restos se caracterizan por una división molecular donde el adversario de cada corpúsculo, ahora, ya no es tanto
España como el resto de sus fracciones, grupos y similares. Hay que reconocer,
empero, que ERC se
salva de ese anárquico conglomerado, aunque de cuando en vez debe soltar alguna
intemperancia para no infundir sospechas. En ese sentido, Rufián es alternativamente aprendiz de pirómano y
bombero diplomado.
Junts –no se sabe para qué
ni con quién—es la matrioska de los taifatos personales más significativos,
cada cual con su aparente proyecto que ciertamente no tiene relación con un
programa de todos esos que formalmente están
junts. Ejemplo más relevante: la
behetría que gira alrededor del empresario sin obreros Joan Canadell, hoy diputado de Junts y ex
presidente de la Cámara de Comercio de Catalunya. Un personaje curioso: independentista a calzón
quitado, pero un admirador que ce en deliquio ante la política fiscal de Isabel Díaz Ayuso. Retiro lo de chocante, porque es completamente lógico y políticamente coherente.
Este
caballero lideró en su momento el abordaje a la Cámara de Comercio. Ganó las
elecciones y, desde ahí, es elegido diputado al Parlament y en su mucho tiempo
libre organiza los aspavientos de la Assemblea Nacional de Catalunya. Ahora desde la rebotica de la
Cámara ha hecho que ésta oficialmente vote una declaración de apoyo al llamado Consell de la República,
que preside el holandés errante Puigdemont. O lo que es lo mismo, el anarco--empresariado
independentista está chocheando. Precisamente en unos momentos de crisis
económica y con la incertidumbre de futuro que ésta provoca.
Pero,
con todo, lo más llamativo es, a mi juicio, que el independentismo en su travesía, derrotado y dividido, no tiene
nada que decir ni para Cataluña ni para nada de nada de nada.
Ubi sunt
los viejos capitanes de industria catalanes?
Oigan, cambio de tercio: les sugiero a los amigos, conocidos y saludados el estudio (los codos encima de la mesa y el lápiz para subrayar) del libro La burguesía catalana, de Manel Pérez. Ediciones Península.
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