Hace
meses en este mimo blog un servidor planteaba la necesidad de un pacto de
rentas como un elemento más de la lucha contra los efectos de la pandemia. Y
fue precisamente en Sevilla en una de las sedes de Comisiones
Obreras, días después de la aprobación en el Parlamento de la reforma
laboral, cuando me esforcé en explicar las razones que justificaban mi propuesta.
Eduardo Saborido y Paquito
Acosta con quienes compartí micrófono, son testigos de ello. Se trataba sobre todo, de aprovechar el clima pactista que había llevado a la firma de
la nueva reforma.
Hoy
la situación ha empeorado: la guerra de Putin está provocando una crisis de envergadura; y comoquiera
que no hay viso de ver la salida de la guerra, tenemos la inflación por las
nubes: la de hoy más alta que la de ayer y menos que la de mañana. Las medidas
del gobierno son oportunas, pero como no puede ser de otra manera sólo son
paliativas. Así las cosas, parece necesario un potente artefacto sociopolítico
capaz de hacer frente a ese cohete de la inflación.
Leo
que la patronal catalana, Foment, presidida por Josep Sánchez Llibre, «urge al
Gobierno a propiciar un gran pacto de rentas contra la crisis». Sea, como diría Carles
Navales, sindicalista desde el calcañar hasta el colodrillo.
Un
primer requisito de esa concertación sería que ´las partes´ --Gobierno,
sindicatos y patronal-- compartieran el
diagnóstico, porque si unos dicen pitos, otros flautas y los demás roscos de
Loja no habrá negociación y si la hay resultaría un amasijo de incoherencias:
pura chasca que diríamos en la Vega.
Pacto
significa llegar a un acuerdo que deje claro qué ponen unos y qué ponen los
demás. O lo que es lo mismo: si los trabajadores ponen su parte
(preferentemente los salarios), las contrapartes deben de colocar encima de la
mesa algo tan concreto para ellos como los salarios lo son para los
trabajadores.
Quede
claro: este artefacto, dada la gravedad de
la situación, tendría necesariamente un carácter defensivo. Porque, no hace
falta decirlo, la cosa no pinta bien.
Nota
bene. Atención al post de Paco Rodríguez de Lecea en NO IMPORTA TANTO
LA PORCIÓN COMO LA TARTA MISMA
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