Tengo
una ligera sospecha: todavía las izquierdas no han asumido, analizado y calibrado
su estrepitosa derrota electoral en Andalucía. Algo así como aquel segundo
Felipe que echó la culpa de la derrota naval «a los elementos». Siempre tuve la
impresión que, a partir de aquella debacle, el imperio español empezó a
tartamudear.
Cierto,
un acontecimiento de esa envergadura merece un estudio pormenorizadamente microscópico
para llegar a unas conclusiones eficaces y poder seguir adelante. Aún es pronto.
Ahora bien, después de la derrota, una de las causas que la provocaron –las disputas
entre los partidos que conforman el gobierno progresista y las peleas entre
ciertas fuerzas de la izquierda de la izquierda—se mantienen como si nada
hubiera pasado. Como si la derrota andaluza hubiera sido cosa de «los elementos».
Dos asuntos de gran relieve han motivado, esta semana pasada, otro quilombo
entre socialistas y podemitas en el gobierno. Que son: las medidas urgentes
anticrisis y la renovación de los jueces. Que haya puntos de vista diferentes,
incluso encontronazos es cosa normal y no necesariamente perjudicial. El
problema es cuando por fas o por nefas se exhibe ese desacuerdo a bombo y
platillo. Chocante: cuando están de acuerdo y consiguen un gran avance la
actitud de ambos es de una prudencia austera, casi calvinista; las victorias apenas
concitan la organización del entusiasmo social, pero cuando no hay acuerdo se infla
el pecho y los hunos tiran los platos a la cabeza de los hotros.
A
bote pronto podría parecer que están organizando la ruptura de las relaciones,
pero eso conllevaría un temerario adelanto electoral, que podemitas –sobre todo—
ni quieren ni les interesa. No exactamente por motivos políticos, sino por
problemas de intendencia. Pero parece lógico, así las cosas, que conforme se
vaya acercando a la fecha electoral las disputas entre los romanos y los
cartagineses ampliarán su diapasón. Será un error caballuno, porque tal suma de
bochinches será penalizado por el personal con la misma rotundidad que lo ha
hecho en la Bética. «Voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir», diría el excelso
poeta de La Fuente.
Recapaciten
y publiciten el acuerdo que ha motivado el reciente plan contra la crisis, que
es pura prosa, canela fina: el impuesto especial a las eléctricas, incremento
del 15 % de las pensiones no contributivas, reducción del abono del transporte
público, el cheque de 200 euros para las rentas más bajas, etcétera. Esa es la
chicha, lo otro –exhibir cuando y donde no hay acuerdo el propio careto— es no
haber entendido el vuelco histórico andaluz.
Ya
veremos porque hay gentes en las izquierdas, a babor y estribor, que han hecho
suyo aquel dramático lema hobbesiano «Mors tua vita mea». Que, con permiso del
maestro de traductores Paco Rodríguez de Lecea,
mi versión campechana es «Ciego yo, tuerto tú».
¡Viva
Izavieja!
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