La
democracia es un sistema débil, siempre necesitado de ser defendido. No solo de
ahora, sino de siempre: las guerras médicas y las del Peloponeso son un
anticipo de los asaltos y abordajes, directos e indirectos, al sistema
democrático. Hoy uno de los instrumentos
de defensa de la democracia es el «cordón sanitario». Por supuesto, no es el
principal, pero es el que tenemos en danza en estos momentos. Por ejemplo, en
la Francia de los eternos ballotages.
Pero no vamos a hablar de nuestros vecinos, sino de nuestros inquilinos.
Feijóo es el principal
responsable de que Vox
vaya a formar parte del gobierno de Castilla – León, la tierra de Alvargonzález. Si manda en el partido, permitiendo el
pacto para repartirse el pasto con Vox, está poniendo en marcha un laboratorio,
pernicioso ahora en la región, y en lo que pueda venir en toda España; si no
manda en el partido, estamos ante un Casado con la ambigua sonrisa de Rajoy. Es Casado con rostro humano. Pero es,
además, el máximo responsable de las palabras de su vicario en Castilla – León:
«el gobierno PP – Vox mejora la calidad democrática», dijo bombásticamente ese Mañueco. Más todavía, este
Mañueco es, en el fondo, uno de los peores amanuenses del peor PP cuando acepta
y aplaude las joyas de la corona de Vox: esa vergonzante ley de violencia
intrafamiliar y la que substituye a la ley de Memoria histórica. De manera que
esa partida de julepe la ha perdido Feijóo. Primera conclusión provisional: este
caballero –de modales exquisitos, que no levanta la voz y que guarda la
etiqueta, lo cual no lamentamos— está en las antípodas de aquella señora Merkel que no aceptó los votos, en un land, de los
hijos de Putin.
Aviso:
el Alcázar no se rinde.
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