sábado, 26 de marzo de 2022

«Amor constante, más allá de la muerte »


 

Esta mañana hemos esparcido las cenizas de la Muchacha del 78. Se me fue hace un poco más de un año, y por motivos que no hacen al caso no he podido esparcirlas antes. Ha sido en un paraje bellísimo en la montaña amiga en pleno Maresme.

Adios, Roser, una vez más. Te he leído el soneto de Quevedo que tanto te gustaba. Lo he hecho tartamudeando y el final –eso me han dicho--  apenas si se oía. Aunque todos nos lo sabíamos de memoria.

 

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día,

 y podrá desatar esta alma mía

hora a su afán ansioso lisonjera;

 

mas no, de esotra parte, en la ribera,

 dejará la memoria, en donde ardía:

nadar sabe mi llama la agua fría,

 y perder el respeto a ley severa.

 

 Alma a quien todo un dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

medulas que han gloriosamente ardido,

 

su cuerpo dejará, no su cuidado;

 serán ceniza, mas tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.

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