Los
de Waterloo hablan
por los codos. Lo cual puede ser bueno, malo o regular, pues todo se medirá por
los contenidos concretos de la facundia. Lo nuevo del caso es que, de un tiempo
a esta parte, cada cual tiene su propio argumento, a veces tan contradictorio
que impide saber qué propone y qué va a desarrollar el partido en cuestión, o
sea, Junts per Catalunya,
que nosotros llamamos Waterloo.
Hoy
aparecen unas declaraciones, a toda página, en La Vanguardia, de Jordi Sánchez,
estatutariamente secretario general de Junts per Cat. El dirigente independentista responde: «No se
trata de organizar un nuevo referéndum unilateral. Para qué, si no es acordado».
Palabras claras y concisas, que indicarían que, a juicio de Jordi Sánchez, dicho
objetivo ha fracasado como fallido fue el intento de descubrir la piedra
filosofal.
Así
las cosas, se me ocurren algunas preguntas no maliciosas: ¿hasta qué punto la
opinión del secretario general es compartida por los grupos dirigentes? ¿Cuando
algunos dicen «lo volveremos hacer», exactamente a qué se refieren? Porque
entre estos planteamientos de Jordi Sánchez, número 2 de Waterloo, y las
declaraciones del históricamente versátil Cuevillas --«la Mesa del Parlament no debe admitir propuestas contra la
monarquía ni a favor de la autodeterminación»-- nos encontramos con un Waterloo
«sólo, fané y descangayado». Solo un decorado de cartón piedra, un péplum. Charlton Heston con espadas de madera.
Digamos las cosas con amabilidad: para lo único,
relativamente útil, que sirve Waterloo es para no dejar tirados en la calle a
unos miles de cargos institucionales, que –se diga lo que se diga-- es lo que dificulta el proceso de formación
del nuevo—viejo gobierno catalán. Es la clientela, estúpidos.
La novedad más historiada en todo caso de estas
andanzas es que Cataluña no es ya un
sujeto políticamente intimidante para España
y sus atalajes. Es intimidante sólo para Cataluña, su cabeza, el tronco y
las extremidades.
Con todo, valoro la claridad de la exposición
de este Jordi Sánchez, que en su día estuvo sentado en la diestra de Rafael Ribó, quien puso en aquel todas sus complacencias. Ni uno ni
otro, consta en crónica alguna, que siguieran los preceptos de «Lo primero es
antes», regla de oro de la filosofía sacristaniana (de don Venancio).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.