sábado, 19 de septiembre de 2020

Ese inquietante Parlament de Catalunya


 

Ni se muere padre, ni cenamos. Más o menos así están las cosas en Cataluña. Ayer, sin ir más lejos, se dio otro alarde de toreo de salón, que ahora llaman postureo. En apretada síntesis, la venta de humo tuvo dos momentos: uno, se decide no acatar la sentencio del Tribunal Supremo si inhabilita a Quim Torra como presidente; otro, no se admite a la Unidad Militar de Emergencias (UME) a intervenir en Cataluña contra la pandemia. Dos momentos, dos votaciones: en ambas votan, graníticamente compactas, las fuerzas independentistas, los Comunes se abstienen.

ERC hace en ambas situaciones de mayordomo y barragana del complejo de Waterloo sumándose a la exhibición de lo simbólico que este practica a falta de algo que llevarse a la boca. Venta de humo. Por otra parte, los Comunes –socios del gobierno de Pedro Sánchez—siguen la música de Teresa de Ávila: «Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero». Que políticamente se traduciría en un estadio de confusión deliberada o, peor todavía, en un nacionalismo vergonzante. Vale decir, en no atreverse a votar lo que les pide su embarullada estética, a saber, acompañando favorablemente al infantilismo radical –mejor dicho, a la niñatez revoltosa— en sus fuegos artificiales. Esperando los Comunes, «quizás, quizás, quizás», ser los acompañantes de Esquerra Republicana de Catalunya, que ayer se desdijo de su aparente exigencia de convocatoria de elecciones, votando con los de Waterloo. ERC, un partido estrábico que los días pares dice pitos y los nones dice flautas.

Definitivamente, las fuerzas políticas que han protagonizado esas dos situaciones han perdido el oremus. Porque si me parece folclóricamente de ´barretina i espardenya´ no acatar la sentencia del Tribunal Supremo sin definir ni concretar cómo se materializa ese desacatamiento, gravísima cosa es impedir que no acudan servicios del Estado para combatir la crisis sanitaria. Con la corresponsabilidad ´estética´ de gentes que están en el gobierno de España. Y, como aquel Arlequín, son los servidores de dos señores según dejó teatralizado Carlo Goldoni.

 

Post scriptum.--- Tal vez don Venancio Sacristán se hubiera quedado estupefacto ante esta situación, pero en todo caso hubiera dicho: «Lo primero es antes».  

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