Enric Juliana tiene «voz de escritor». También la tuvieron periodistas de campanillas
como Chaves Nogales, Haro
Tecglen y Vázquez Montalbán. Tres
maestros. Tres toques diferentes, tres voces de escritor diferentes. Juliana
está ya en ese nivel olímpico. Su ´Aquí no hemos venido a estudiar´ --un
potente encofrado sobre la ´cuestión comunista´, estudio antropológico de dos
grandes personalidades del comunismo español, biografía de una época, ensayo de
geopolítica de principios de los años sesenta del siglo pasado— demuestra la
diferencia y la potencia de este periodista. La voz del escritor, que es algo
más que el toque. Es la fisicidad del estilo, los temas
que se tratan, el enfoque; en concreto, el conjunto de cualidades
que diferencia a un escritor del resto de los que escriben sobre el mismo tema.
Hoy Juliana en su
artículo en La Vanguardia exhibe –no podía ser de otra manera— su voz peculiar.
Lean, es una recomendación, su Un año en la bañera de
Weimar (1). No es la primera vez
que nuestro hombre relaciona tangencialmente el convulso periodo de la República
de Weimar con la situación política española. Digamos, pues, que Juliana no ha
improvisado –nunca, me parece, lo hace--
esa relación entre Weimar y nosotros, en el aquí y ahora. Debo decir que,
en esto, no puedo acompañarlo.
Acumulando mis
lecturas sobre aquel proceso y echando mano del celebrado libro La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia,
de Eric D. Weitz (Turner Noema, 2007),
llego a la conclusión que aquellos años weimarianos nada tienen que ver con lo de ahora. Y dentro de ese nada incluyo la complejidad de la
geopolítica europea de aquella época. Tensiones sociales, por lo general
acompañadas de motines y huelgas salvajes, manifestaciones a tiro limpio, colas
largas de desempleados sin el amortiguador social que hoy representan las políticas
de welfare.
Ahora bien, tal vez
un servidor no haya caído en que el maestro Juliana ha utilizado en esta
ocasión una cautela con la metáfora de «la bañera». Sí es así, yo no sabría qué
decir. Salvo la de hacer una modesta sugerencia: cuando se recurre a metáforas
en la literatura política se corre el riesgo de que la metáfora se convierta en
metonimia. Con todo, no descarto que, a mis años, me haya convertido en un
tiquismiquis. Si es así, no me tengan en cuenta mis prevenciones.
Post
scriptum.--- «Lo primero es antes». No
lo dijo Anselmo Lorenzo, sino don Venancio Sacristán.
1)
https://www.lavanguardia.com/politica/20200920/483572765070/un-ano-en-la-banera-de-weimar.html
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