sábado, 26 de septiembre de 2020

Carlos Lesmes y el bidet de Weimar


 

Ya sólo nos faltaba que los dioses menores se creyesen con derecho a bula. Son los descendientes de Temis, hija de Urano y Gea, que en lo alto del Olimpo se ocupaba de las cosas de la Ley. Hoy tiene su franquicia en el Consejo General del Poder Judicial donde alguien vela, como responsable de la célula política Carl Schmitt, para que los actuales miembros de dicha institución se perpetúen en sus poltronas por los siglos de los siglos.

Carlos Lesmes sigue los usos y costumbres de aquel pícaro de vida regalada que fue José Carlos Dívar. Dichosa, pues, la rama que al tronco sale, decimos –por lo menos-- desde Parapanda hasta Izavieja.

Los dioses menores van a su descontrolada bola. No es la independencia del poder judicial lo que reclaman sino el uso de su jurisdicción para acaparar poder político. La célula Carl Schmitt decidió, tiempo hace, convertirse en mitad jueces y mitad políticos y, para ello, tocó la corneta a botasilla con el lema «España es la medida de todas las cosas». La España sempiterna desde Túbal hasta nuestros días. Como paso intermedio para ser definitivamente políticos e impartir  lo que ellos entiendan como justicia.

Se trata de una concepción que trasciende a las derechas, al menos las tradicionales. Las gesticulaciones de Pablo Casado, comparado con eso, se quedarían en cómicos jeribeques y los gargajos de Abascal en muecas de orate diplomado.

Oído cocina: procuren no achacarme que estoy hablando de una conspiración de los sujetos recién nombrados. Lo que estoy diciendo es que esas tres variables están en el mismo paradigma político—matemático. Con todo, la amalgama Lesmes – Casado --Vox nos puede llevar, si no nos espabilamos, no ya a la «bañera de Weimar», que refiere el maestro Enric Juliana, sino al bidet de Weimar. Grave es la cosa: téngase en cuenta que han confluido en el espacio—tiempo dos crisis reputacionales: la de la monarquía y la de los jueces.

El gobierno, en consecuencia, debe coger el microscopio y advertir de lo que parece ocurrir en las covachuelas de los señores con puñetas. Porque, tiempo ha que me pica la nariz, desde aquellos lugares se está provocando una perturbación del sistema de poderes en beneficio de las togas. El viejo Montesquieu  convertido en don Cristobica, el de los títeres lorquianos de Cachiporra.

Esto es parte de la herencia de aquel Rajoy que elevó a los altares del Olimpo a la división Aranzadi. Pero, ante todo y sobre todo, a la célula Carl Scmitt, que aprovechó las viejas enseñanzas de las «posibilidades legales y su combinación con las extralegales de lucha».  

 

Post scriptum.--  Debemos a don Albert que  E=mc². Y a don Venancio Sacristán que popularizara que «lo primero es antes». Que también vale para el Consejo General del Poder Judicial y el resto de las instituciones que tienen caducado su código de barras.

 


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