«Estoy mordiéndome la lengua para reprimirme.
¿Quién es el garrulo que propone en la nueva ley de enseñanza la supresión del
carácter obligatorio de las Matemáticas? ¿De verdad cree
alguien que debo esforzarme en demostrar tamaño disparate?». Lo he escrito hace unos días. Y sigo
inquieto, hasta tal punto que me siento obligado a demostrar que estamos ante
un disparate caballuno.
1.---
Algo ha pasado en España a lo largo de la historia que nos ha dificultado tener
una relación medianamente positiva con las Matemáticas. A decir verdad nunca
he podido explicarme el motivo de ello. Tampoco sé si hay estudios sobre ese
particular. Estoy en cueros vivos, completamente ignorante, quiero decir. Sin
embargo, retengo un dato, cuya importancia tampoco alcanzo a calibrar: en mis
años de estudiante nunca tuve un matemático como profesor de esa disciplina;
fueron un cura de olla, un químico y un físico. Nunca nos trasmitieron erotismo
alguno por las Matemáticas. Según he podido saber, en aquellos años –hablo de
los cincuenta del siglo pasado-- esta
era la tónica general en los Institutos de Enseñanza Media. El mayor matemático
del siglo XX, don Julio Rey
Pastor, exiliado, enseñaba en Buenos Aires.
2.--- De
un tiempo a esta parte se está corrigiendo este déficit en España. Por regla
general los profesores de Matemáticas son licenciados en Ciencias Exactas. Y
cuando parecía que se empezaba a remontar el vuelo, alguien plantea desde las
covachuelas ministeriales que las Matemáticas no sean asignatura obligatoria. Ni
siquiera se dan razones. No quisiera ser maleducado, pero esa cancamurria
burocrática quiere conducirnos a la normalidad histórica española: a la
ignorancia de las Matemáticas.
3.---
España o Jano bifronte. Media cara que mira a la innovación y la
investigación; la otra media cara que prepara el papeleo para desdibujar las
Matemáticas de los planes de estudios. La voz de Manuel Castells y Pedro Duque
no se oye.
No tiene relación apostar por la España del I +
D + i si se desfigura las Matemáticas que es, simultáneamente, la dueña y
señora del pensamiento abstracto y la contramaestre de las ciencias aplicadas.
Hasta el mismísimo Ferran Adrià sabe el potente vínculo entre la alta cocina y
la ciencia de Euler.
Corrijan, pues. Y como penitencia deberán
ustedes escribir cien veces con letra gótica lo siguiente: «La diferencia
entre el poeta y el matemática es que el poeta intenta meter su cabeza en los
cielos, mientras que el matemático intenta meter los cielos en su cabeza». Lo
dijo G.K. Chesterton.
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