Fumata
rossa: hay gobierno. Han fracasado quienes se empecinaron en la parálisis. Un
gobierno extraordinariamente novedoso: por su composición y por las
características de su programa. Un gobierno que reconcilia a dos partidos que se
han lanzado reproches, a veces extremadamente duros, con un compromiso de tirar
para adelante. Más todavía, se trata de
un gobierno que es una expresión de la madurez del conjunto de las izquierdas.
Un gobierno que, según Pedro Sánchez, debe
hablar para una misma cosa con el mismo nombre. Me permito un matiz: me conformo
con que hablen con sinónimos.
El
equipo gubernamental se ha comprometido con un programa que en la práctica
podría abrir un nuevo ciclo. Esto es lo que temen las derechas de secano y
orinal y sus franquicias: la Brigada
Aranzadi, los escribidores y radiofonistas de los medios zahurderos, los
altos funcionarios de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, sector Palmar de Troya. Demasiadas
enemistades. De ahí que el gobierno de Pedro Sánchez debe procurarse aliados
estables. Javier Aristu son «el movimiento sindical y el movimiento
feminista. Ambos son, hoy día, los principales baluartes de un combate social
no solo defensivo sino propositivo. Cada uno con sus características culturales
y organizativas; uno, muy consolidado en sus estructuras y en su sentido de la
realidad de fuerzas; el otro más flexible y difuso pero no menos potente»
(1). Totalmente de acuerdo. ¿Por qué? Por esta sencilla y pragmática razón: el
programa de gobierno es la expresión política de las demandas de los
representados por el sindicalismo y el feminismo. Por lo que su aplicación también depende del apoyo que reciba el
gobierno frente a la intemerata de los ataques de la Caverna. Este es el sentido
del implícito pacto de ciudadanía con el gobierno. Do ut des. Este es el sentido de los primeros andares, todavía en taca taca, de un grupo ya numeroso de personas
que conformamos una plataforma de apoyo al programa de gobierno (2). Cuyo
primer objetivo es crear un amplio y consistente estado de ánimo en la dirección
que apuntamos más arriba.
Advertencia tan cariñosa como enérgica: el pacto
de ciudadanía es necesario, pero lo más
urgente y prioritario –entiendo-- es que
tengan vida propia las estructuras territoriales de los partidos firmantes del
programa. Es la famosa pregunta del senyor
Esteve: «Mientras estamos aquí fuera de la tienda, ¿quién se ocupa del
mostrador?». Vale.
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