Unai Sordo y Pepe Álvarez han
visitado a Oriol Junqueras en la prisión de Lledoners. Sordo lo hizo ayer;
Álvarez estuvo el jueves pasado. El encuentro cobra una especial
importancia porque se ha realizado en
una coyuntura política enrevesada. (El día que las cosas se desatasquen en
España nos parecerá raro).
Vamos
por lo derecho, la visita ha tenido una clarísima intencionalidad política:
pedir al primer dirigente de Esquerra
Republicana de Catalunya que favorezca la investidura de Pedro Sánchez. Más exactamente, que facilite un
gobierno PSOE – Unidas Podemos. Es la primera vez que el sindicalismo
confederal ha tomado una decisión de esa naturaleza. Lo que vendría a indicar
que Unai y Pepe no las tienen todas consigo.
Los
sindicatos han actuado de esa manera desde su propia independencia y autonomía.
Pero vale la pena añadir que la independencia sindical no equivale a
indiferencia del cuadro político institucional. Que los sindicatos sean
independientes de los partidos políticos (incluidos los de izquierda) no
significa que sean indiferentes a dicho cuadro institucional. Tampoco quiere
decir, según la expresión de Bruno Trentin,
«sindicato—amigo». Lisa y llanamente,
el sindicalismo puede –y, necesariamente, debe-- preferir un gobierno de progreso. Como, en
sentido contrario, la CEOE
declara sin melindres sus preferencias por una coalición del PSOE con el Partido Popular.
Unai
y Pepe le han hablado a Junqueras en prosa. Por lo general, los sindicalistas
rehúyen los cantares de gesta, especialmente si son romances de frontera. Es
decir, ambos sindicalistas seguramente le han recordado al dirigente
republicano los temas, que siguen pendientes, de la agenda social. Y, también,
los indicios de nubarrones en el horizonte: un complicado parte meteorológico
de Noé. Y con amable energía le habrán recordado la vieja máxima latina:
«Primum vivere deinde philosophari». Que el filósofo de Parapanda traduciría
así: Lo primero es vivir, después filosofar.
Y
hasta es posible que los dos dirigentes sindicales le habrán recordado a
Junqueras, que también es historiador, que la reincidencia en desperdiciar
ocasiones puede acarrear graves inconveniencias. Y que dilatar las decisiones
comporta el riesgo de que las cosas se pudran.
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