Carlos Mejía Godoy, el legendario cantautor de la
revolución sandinista, se encuentra auto exilado en Costa Rica. No hace falta
presentarle, pero sí es necesario recordar que su música fue la banda sonora de
aquel movimiento revolucionario. Uno más que deja en cueros vivos a Daniel Ortega, que – al
decir de Pepe Mugica, padre noble de la
izquierda latino americana, se ha convertido en un autócrata. Tres cuartos de
lo mismo viene diciendo desde hace ya largo tiempo Ernesto
Cardenal a quien tanto queremos. Le recuerdo en Barcelona, junto al
profesor José María Valverde, en la sede de Comisiones
Obreras de Cataluña, explicando el carácter de la revolución sandinista.
Y tengo en la memoria el formidable movimiento solidario del sindicato y
entidades cívicas barcelonesas con el pueblo de Nicaragua. Comités de empresa y los barrios recogiendo
material escolar, medicinas, ropa y todo lo que encartara. Y el gran Miguel Núñez organizando Las
Segovias. Todo por Nicaragua, Nicaragüita.
Daniel
Ortega se corrompió. Y se transformó en un «autócrata». Ortega ha disparado
contra el pueblo. Ese pueblo por el que Mejía Godoy está llorando ahora.
Los
formalmente herederos de la izquierda política que, en aquellos entonces fue
carne y una de los sandinistas, está de perfil ante Ortega. No dice ni oxte ni
moxte. Ni siquiera un comunicadillo de prensa. Ni una beata resolución. Los
jóvenes de la llamada «nueva política» ignoran dónde cae Nicaragua. Por lo
demás, hay un grueso de almas de cántaro que ni siquiera se angustian por la
situación de aquel pequeño país. «No hay que hacerle el juego al imperialismo»,
afirman con obscena parsimonia. Pero, eso sí, le hacen el juego a este Tirano Banderas, que le
viene que ni pintado al imperialismo. Ni
siquiera se mueve esa cofradía multiusos de los abajofirmantes. Serán las
calores.
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