La Moción de Censura dejará una
serie de secuelas: la durísima confrontación entre las derechas españolas (PP y Ciudadanos) y el tipo de
relaciones entre el PP y los jueces.
Cierto, el tiempo parece que lo cura todo –o casi todo--, pero la enorme
tensión de ambas situaciones dará mucho que hablar.
1.-- Hubo momentos, durante el debate, en que el
compulsivo portavoz del PP situaba a los de Rivera como si fueran el enemigo principal, y
viceversa. Los diez cañones por banda de ambos veleros bergantines disparaban a
la línea de flotación del contrario con más estridencia que al candidato. Con
lo que, por así decirlo, se institucionaliza un conflicto en tono mayor.
Demoscópicamente tiene las de perder el hombre de Pontevedra. Pero en los
cielos no hay nada escrito, que nosotros sepamos. Será una lucha –es una mera
hipótesis-- no en búsqueda del centro
perdido sino una rebatiña para hacerse con el rescoldo de la derecha más
montaraz. Esencialmente la pugna podría ser por la cooptación de la derecha
ultramontana, no por la derecha ilustrada.
2.-- La Moción de Censura ha consolidado en el PP
su particular cultura de agitación contra aquellos sectores de la Justicia que
cumplen con su obligación. Se ha hecho desde el mismo Gobierno de Rajoy y se ha
llevado al infinito por el portavoz del PP en la moción. Es algo más que una
ruptura de protocolos. Es la antidemocrática reacción contra la ruptura de la
impunidad. Dejará secuelas probablemente, incluso en el sector moderado de la
judicatura.
3.-- Ayer, a la hora del café mañanero, un
especialista en malos agüeros me dijo en la barra de la taberna, cuando todo el
pescado estaba vendido: «Verás cómo reacciona la Bolsa y la Deuda. Nos van a
dejar espeluchaos». Mi respuesta fue un préstamo de Juan de Mena, el poeta cordobés pre renacentista: «Non
los agüeros, los fechos sigamos». Ha ocurrido justamente lo contrario. Los fechos, los fechos sigamos.
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