Pedro Sánchez deberá hacer encaje de bolillos.
Y sobre todo tiene que hacer política; no hay política con mayúsculas ni con
minúsculas, hay simplemente política. La manera tan particular que ha tenido de
desalojar al hombre de Pontevedra y la incómoda relación de fuerzas
parlamentarias obligan a tirar de los mejores textos políticos de la historia
para efectivamente dirigir atinadamente la guía del país. Con sus prioridades,
sabiendo que cien prioridades equivalen a ninguna, tal como enseñaba el sabio
de Parapanda, Juan de Dios Calero. Cierto, ahí
está la cuestión catalana, viendo
pasar el tiempo como la Puerta de Alcalá. Manos a la obra, pues. Vuelta a la
política de las fuerzas catalanas. Seguir jugando al escondite –poniéndose la
Brigada Aranzadi por montera o mantener la cerrazón del hombre de Berlín-- seguirá siendo contraproducente.
Claro, Pedro Sánchez continuará
siendo presionado, ahora más que nunca, por los caídos por Dios y por Rajoy;
por esa orden monástica post moderna de Ciudadanos; y tal vez por los del colmillo
retorcío del propio PSOE, un sector
minoritario, pero capaz de establecer relaciones trasversales contra Ferraz. Y,
todo hay que decirlo, por las mismas fuerzas políticas que han apoyado la
moción de censura. Para unos y otros la política es también el artificio de la
venganza, sírvase esta fría o como un tizón ardiente.
Tome nota el presidente Sánchez
de algo tan necesario como lo de ampliar los aliados: en el Parlamento todo
está el pescado vendido. En las calles y plazas están los grandes caladeros de
simpatías y de hipotético apoyo. Parar, mandar y templar. En la calle se
expresan los grandes problemas, viejos y nuevos, de la sociedad, en primer
lugar la gran batalla de época de los pensionistas y jubilados. Decimos ´de
época´ porque están vinculadas la dignidad y de las pensiones y su
sostenibilidad. En la calle está al rojo vivo eso que llaman la «cuestión
social». O lo que es lo mismo: la condición concreta de vida y trabajo de las
personas de carne y hueso. Por ahí debería navegar el presidente Sánchez. Ahora
bien, para que ello ocurra me parece que su partido debería estar en la calle,
convirtiéndose en el gran sensor de los problemas. Es el cambio de metabolismo
que le exigimos al PSOE y al conjunto de la izquierda de nuestro país.
La patria
ombligo de Quim Torra
Escribe Joaquim
González Muntadas
Director
de Ética Organizaciones SL
"Si somos catalanes es que no podemos ser otra cosa,
si somos unos que forman la patria catalana es que no podemos ser parte de
otra. Ante la patria toca elegir: tierra, bandera, lengua, historia, formas de
vida, humor” Estas rotundas y contundentes frases son parte de un artículo de Quim Torra publicado en El
Món el 8 de septiembre de 2015 con el título Tornar a l’origen: la pàtria dels
catalans.
Rápidamente,
después de leer estas frases escritas y firmadas por el actual President de la
Generalitat, una de las más inquietantes de su abundante producción, me ha
venido a la memoria un artículo , éste muy distinto, de Joan Subirats,
publicado hace ya dos décadas, el 28 julio 1998 en la edición impresa de El
País( artículo que fotocopié y guardé como una referencia
para recordar por su interesante contenido) en el que ,
apuntaba los riesgos que corren aquellas comunidades que subliman sus
elementos diferenciales a costa de reinventarse tradiciones e historias, que si
bien pueden dar seguridades a muchos de sus miembros, al final acaban por crear
espejismos que no suelen conducir a un buen final.
Pero
lo que más me interesó de aquel artículo fue la referencia a la conocida
metáfora del “viejo aparador” de Ernest Gellner , que al filósofo y antropólogo
social, británico de origen checo, le sirvió para argumentar que las
naciones y las patrias no son unidades míticas naturales dadas, sino que,
muy al contrario, son más bien la cristalización de nuevas unidades culturales
posibilitadas por la actual sociedad industrial abierta, global y
cambiante.
La
metáfora de Gellner compara esa vieja “patria ombligo”, de puros y buenos
catalanes, a la que aspira Quim Torra, con aquellos viejos muebles-
aparador, de inmensas dimensiones, de una sola pieza, que no se abandonaban en
toda la vida y que servían para todas circunstancias. Aquel armatoste que
ocupaba todo el espacio disponible, como la patria de Quim Torra, donde
no caben más identidades y en la que sólo se puede ser catalán y nada más que
catalán.
Pero
en las sociedades globales actuales, como nos dice la metáfora, la mayoría de
las personas somos más comparables a esos muebles modulares, más modernos, que
nos vamos armando de diversas identidades e influencias. Más parecidos a esos
muebles a los que se les pueden ir sumando piezas y renovando. Más parecidos a
un mueble adaptable que a los viejos aparadores que ofrecían la solidez y
seguridad de ese patriotismo tradicionalista y conservador que nos propone Quim
Torra para Catalunya.
Pero
por suerte, muchos catalanes, creo que la gran mayoría, no queremos
conformarnos con una sóla identidad cuando podemos disfrutar de varias
enriquecidas y complementarias, porque estamos más cerca del “hombre
molecular” que expresa la metáfora de Gellner. La mayoría de los catalanes y
catalanas son más parecidos a mi amiga con “ocho apellidos catalanes”, que se
siente catalana hasta la medula, mucho más barcelonesa, que en Madrid se siente
como en su casa, que el Rioja es su vino preferido, que cada miércoles va
a la academia de baile de sevillanas y que le emocionará tanto si la Selección
de Fútbol española gana el Mundial, como cuando el Barça ganó la Champions
Ligue.
Porque,
por suerte, la mayoría de los catalanes y catalanas estamos muy
lejos de la “patria ombligo” a la que nos convoca el President de la
Generalitat de Catalunya, que entiende que sólo cabe una única interpretación
de la identidad, en este caso, la catalana, cuando nos dice : “si somos
unos que forman la patria catalana es que no podemos ser parte de otra” que
es una síntesis fiel del pensamiento del nacionalismo conservador y
tradicionalista,. Una corriente que hoy, por desgracia, vemos
como se expresa en diferentes formas y colores en tantos lugares de
Europa y América.
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