Matones multiusos
La octavilla de
los llamados Comités de Defensa de la República contra el acto
que ha convocado un grupo de dirigentes sindicales para mañana lunes dará mucho
que hablar. Nos hemos referido a él en nuestra entrada de ayer, Los CDR contra los trabajadores (1). Mantenemos lo dicho. Y proponemos nuevas consideraciones sobre el
particular.
Primero.— El sindicalismo
confederal catalán debe rechazar de plano la acusación abrupta de los CDR
contra una serie de destacados miembros, a quienes se les ha calificado de
fascistas. Más concretamente, UGT de Cataluña debe responder inequívocamente
pues tan descerebrada acusación se ha vertido contra su Presidente, Matías
Carnero. Carnero es, además, el presidente del Comité de
empresa de SEAT Martorell. A decir verdad, no se entendería que el sindicalismo
tuviera un prudente silencio sobre ello. No es sólo la dignidad del cargo de
presidente lo que ha sido injuriado sino el carácter del sindicalismo
confederal. Por cierto, el hombre de Berlín y sus franquicias siguen en estado
silente. En esta ocasión la mano compulsiva de Puigdemont está de dedos caídos en tuiter.
Segundo.— Los CDR son la
organización explícita de los allegados al hombre de Berlín que tiene bula para
llevar a la práctica lo que todavía no pueden hacer dichos círculos. Los
vicarios de Berlín hacen clandestinamente, con la mano izquierda, lo que
todavía no se atreven hacer con la mano derecha y a la luz pública. Por
ejemplo, el matonismo, que intenta amedrentar con violencia a organizaciones y
sindicalistas de larga tradición democrática. Me imagino el sufrimiento
personal de mi amigo Manolo Zaguirre que fue, durante muchos años, primera figura del sindicalismo de la Unión
Sindical Obrera, decisivo en la
construcción de la Central Sindical Mundial, otro de los oradores del acto de mañana en las Cotxeres de Sants. Y
del resto de compañeros y amigos.
La acción de los CDR es la eliminación de la política mediante los
métodos violentos del escuadrismo, las camisas amarillas. Que, con esa
octavilla, elevan la puntería contra el sector del independentismo, considerado
pragmático –ERC y el PDeCat— dirigiendo la palabra «fascismo» a troche y moche
a los extraños y «traición» a una considerable fracción del independentismo.
Ahora bien, ¿a quién se traiciona? Por supuesto a Cataluña. A la
Cataluña fantasmal de los círculos de Berlín y sus franquicias. Ellos
decidieron ponerle la proa a la investidura de Pedro
Sánchez. Fracasaron. Se opusieron porque les valía más la
certeza del empantanamiento con Rajoy que la hipótesis –ha leído usted
hipótesis-- de un gradual desbloqueo de
la situación. Prefieren Cataluña como casus belli a la Cataluña de decirse
«buenos días» con naturalidad. Que sería una de las micro soluciones de Coscubiela.
En resumidas cuentas, matonismo multiusos.
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