domingo, 29 de abril de 2018

Las medallas de Zoido, las bombas de Losantos y la bragueta financiada del senador Agramunt




Zoido, pintoresco Ministro de Interior, no es un hombre de mundo. El radiofonista Jiménez Losantos tampoco. El uno y el otro se han dirigido a las amistades alemanas y recibido unas estrepitosas calabazas.  Digamos, pues, que no corren buenos tiempos, allende nuestras fronteras, en la España cañí que ellos representan. Hasta donde nosotros tenemos información no han estallado las bombas que el radiofonista parecía haber organizado en unas cuantas cervecerías bávaras como protesta por la decisión del Tribunal del land de Schleswig-Holstein de no entregar a Puigdemont a las autoridades españolas. Son las cosas de Federico, tan patológicamente irascible como mermado cerebralmente. Que nosotros sepamos ni el diligente ministro de Justicia, ni la Fiscalía han pedido explicaciones ni abierto expediente  al radiofonista. Lo que debe haber sorprendido en tierras nibelungas. A nosotros no nos ha sorprendido.

Lo dicho: Zoido no es hombre de mundo, ni parece tener información certera de cómo se las gastan en aquel land alemán. Nuestro celebrado ministro de Interior se ha dirigido a las autoridades de aquel territorio pidiendo los nombres de los agentes de la policía que detuvieron al ex president de la Generalitat para condecorarles. Las ocurrencias de Zoido. La respuesta fue tan austera como contundente: ´No ha lugar, sólo cumplieron con su deber´. Que tiene mucha miga. Zoido debió pensar como el famoso torero que ´hay gente pa tó´.

En efecto, hay gente para condecorar estajanovístamente a las diez mil vírgenes del Cielo; hay gente para premiar fraudulentamente la galbana y la vagancia con ristras de másters a destajo; hay gente para liquidar el meritoriado a favor de la ignorancia diplomada. Hay gente pa tó. Según parece en Schleswig-Holstein tienen otra opinión de las cosas. La ética luterana frente a los oropeles paganos de las virgencicas de nuestros ministros de Interior. La España cañí que se resiste, provocando la hilaridad en las cancillerías europeas, frente a la España solidaria, del mundo de los derechos, que ha salido a las calles y plazas masivamente contra La Manada y ciertas togas de pesadilla.

En resumidas cuentas, la España oficial es vista en Europa con perplejidad y sigue dando que hablar. La España oficial que ya no reserva su sordidez a la piel de toro, ahora se empeña en exportar másters de corrupción al Viejo Continente. Es lo que ha hecho el senador valenciano Pedro Agramunt, presuntamente putañero, hombre de bragueta financiada por las sentinas institucionales de Azerbeiyán. La sombra del ciprés sigue siendo alargada.

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