Caras largas en Rajoy e islas adyacentes. El ministro Guindos ha recibido calabazas de la
Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo. El hombre
de Lehman Brothers ha sido cateado. O
sea, declarado no apto para la vicepresidencia del Banco Central Europeo. Pero
el caballero, altaneramente, sabe que ese suspenso no es vinculante, y ha
insinuado que los mandamases están con él. Pero el suspendido, aunque se vista
de aprobado, cateado se queda.
La palabra definitiva, en efecto, la tienen las
máximas autoridades de la Unión Europea. Ahora bien, si transformaran las
calabazas en gardenias estarían desautorizando al Parlamento Europeo. Y darían
a entender que les importa una higa el suspenso. O sea, los cooptados están por encima por encima de los que
han sido votados, los eurodiputados. Es el altísimo funcionariado y valet de
chambre de unos poderes que se auto legitiman a sí mismos. No se trata
esencialmente de un déficit democrático sino de una rotunda distorsión
democrática: la democracia al baño María.
Pues bien, esa singularidad –poderes simbólicos
del Parlamento Europeo y poderes reales de los cooptados— se traduce en la total discrecionalidad de las máximas
autoridades de la Unión Europea.
Guindos, el hombre de Lemann Brothers, será
presumiblemente el nuevo vicepresidente del Banco Central Europeo. Pero la
izquierda española tiene, también en ese caso, una determinada responsabilidad:
ni siquiera ha intentado proponer un candidato propio. Ciego tú, tuerto yo.
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