Éramos pocos y pario la abuela. La
cosa viene a cuento por las noticias que difunden los mentideros, poco o mucho
informados. A saber, Gaspar
Llamazares y Baltasar
Garzón se disponen a presentar Actúa, el nuevo partido que inspiran, en Sevilla.
Llamazares y Garzón tienen fama
de personas juiciosas y ponderadas. Procuran razonar y evitar todo tipo de
estridencia. En cierta medida son raras avis en el patio de colegio de la
política española. Sin embargo, no veo con simpatía la decisión que van a
tomar, que naturalmente respeto. Faltaría más. Es más, entiendo que la
fecundidad sobrevenida de «la abuela» no tiene demasiado sentido.
La izquierda sociológica
española está cubierta –evito decir representada—
por las fuerzas políticas de dicha orientación. Cuestión diferente es si ello
se traduce en eficacia y utilidad. Desde luego los sucesivos zafarranchos entre
dichas fuerzas políticas, que parecen ser elementos constitutivos de sus
personalidades, les impiden ejercer las responsabilidades que ufanamente
proclaman en sus textos programáticos. Digámoslo claro: a mayor enrevesamiento
de las diversas crisis españolas –económica, territorial, institucional y de
valores-- se ha acompañado, por
desgracia, la mayor debilidad de las izquierdas desde hace ya décadas. Con
todo, lo más grave es que no se vislumbra, de momento, pista alguna para
superar esa asimetría.
Yo entiendo, tal vez desbordado
por el peso de los años –ochenta años no es una broma-- que la creación de un nuevo partido de la
izquierda (en este caso Actúa tendría esa matriz) sería un elemento de mayor
desagregación política. Y, por así decirlo, de mayor despilfarro de esfuerzos
individuales y colectivos. No lo afirmo taxativamente, es una mera intuición.
Como sin duda es intuición el hecho de que Llamazares y Garzón atribuyan a
priori la utilidad política a Actúa.
Hay pesimistas al por mayor que
no se cansan en repetir que la izquierda es irreformable. Mientras lo crean
como suposición no tengo nada que objetar. Pero no lo comparto porque lo
remachan en clave de certeza, en dogma. Prefiero ser pesimista al por menor. Al
detall, que decían los antiguos tenderos. Por eso prefiero ver incluso las
pequeñas señales que aparecen de vez en cuando en el seno de algunas
formaciones. Por ejemplo, el debate serio –y, al parecer, sin
aspavientos-- en el seno de Iniciativa per Catalunya—Verds, que intenta
redefinirse en una situación tan confusa como la catalana y en el seno del
complejo archipiélago que son los Comunes de Ada Colau.
Por ello soy del siguiente
parecer: lo fundamental es la reforma y profunda renovación de los partidos de
izquierdas. La creación de nuevas organizaciones es, disculpen mi insistencia,
una pérdida de tiempo.
Apostilla.-- Mi
experiencia me dice lo siguiente: el electorado desconfía de aquellas
formaciones que se crean a partir de una agrupación de agraviados. O de sus
apariencias.
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