domingo, 18 de febrero de 2018

Llamazares crea otro partido





Éramos pocos y pario la abuela. La cosa viene a cuento por las noticias que difunden los mentideros, poco o mucho informados. A saber, Gaspar Llamazares y Baltasar Garzón se disponen a presentar Actúa, el nuevo partido que inspiran, en Sevilla.

Llamazares y Garzón tienen fama de personas juiciosas y ponderadas. Procuran razonar y evitar todo tipo de estridencia. En cierta medida son raras avis en el patio de colegio de la política española. Sin embargo, no veo con simpatía la decisión que van a tomar, que naturalmente respeto. Faltaría más. Es más, entiendo que la fecundidad sobrevenida de «la abuela» no tiene demasiado sentido.

La izquierda sociológica española está cubierta –evito decir representada— por las fuerzas políticas de dicha orientación. Cuestión diferente es si ello se traduce en eficacia y utilidad. Desde luego los sucesivos zafarranchos entre dichas fuerzas políticas, que parecen ser elementos constitutivos de sus personalidades, les impiden ejercer las responsabilidades que ufanamente proclaman en sus textos programáticos. Digámoslo claro: a mayor enrevesamiento de las diversas crisis españolas –económica, territorial, institucional y de valores--  se ha acompañado, por desgracia, la mayor debilidad de las izquierdas desde hace ya décadas. Con todo, lo más grave es que no se vislumbra, de momento, pista alguna para superar esa asimetría.

Yo entiendo, tal vez desbordado por el peso de los años –ochenta años no es una broma--  que la creación de un nuevo partido de la izquierda (en este caso Actúa tendría esa matriz) sería un elemento de mayor desagregación política. Y, por así decirlo, de mayor despilfarro de esfuerzos individuales y colectivos. No lo afirmo taxativamente, es una mera intuición. Como sin duda es intuición el hecho de que Llamazares y Garzón atribuyan a priori la utilidad política a  Actúa.

Hay pesimistas al por mayor que no se cansan en repetir que la izquierda es irreformable. Mientras lo crean como suposición no tengo nada que objetar. Pero no lo comparto porque lo remachan en clave de certeza, en dogma. Prefiero ser pesimista al por menor. Al detall, que decían los antiguos tenderos. Por eso prefiero ver incluso las pequeñas señales que aparecen de vez en cuando en el seno de algunas formaciones. Por ejemplo, el debate serio –y, al parecer, sin aspavientos--  en el seno de Iniciativa per Catalunya—Verds, que intenta redefinirse en una situación tan confusa como la catalana y en el seno del complejo archipiélago que son los Comunes de Ada Colau.

Por ello soy del siguiente parecer: lo fundamental es la reforma y profunda renovación de los partidos de izquierdas. La creación de nuevas organizaciones es, disculpen mi insistencia, una pérdida de tiempo.   

Apostilla.--  Mi experiencia me dice lo siguiente: el electorado desconfía de aquellas formaciones que se crean a partir de una agrupación de agraviados. O de sus apariencias.



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