lunes, 1 de enero de 2018

El salario mínimo de ciudad en Barcelona, dice Pisarello



Gerardo Pisarello, teniente de alcalde de Barcelona, quiere desempolvar del archivo una promesa de los Comunes de las últimas elecciones municipales. Se trata, según nos dice el regidor, del «salario mínimo de ciudad». Es un  planteamiento que no comparto. Es más, entiendo que podría ser un peligroso germen de derivas corporativas. Más tarde lo argumentaré.

Ahora bien, una propuesta de este calado debería definir, al menos, qué se entiende por «salario mínimo de ciudad», qué ámbito tiene ad personam, qué puntos de referencia, qué vínculos e incompatibilidades con qué,  qué sujetos lo van a negociar y, definitivamente, qué institución lo decreta. Pisarello, jurista y prestigioso académico, sabe que son necesarias esas formalidades en el mundo del Derecho. No es serio, pues, lanzar a boleo esa propuesta y ver qué pasa.

Cuando apareció la mencionada propuesta en el programa electoral de los Comunes nadie dijo nada sobre el particular, a pesar de lo llamativa que era. Los sindicatos guardaron silencio, posiblemente para no molestar las expectativas electorales de Colau y Pisarello; yo hubiera hecho lo mismo porque en aquellas elecciones se jugaban otras cosas. Quizá aquel silencio era una manera cordial de manifestar el desacuerdo con la propuesta. Tampoco, desde el mundo académico –juristas del trabajo, analistas laborales, economistas y sociólogos--  se comentó la jugada. En todo caso, lo chocante del asunto es que el Ayuntamiento de Barcelona haya dejado dormir   una propuesta como la que comentamos. Más todavía, que no se haya preocupado de investigar a qué se debe el silencio de sindicatos y del mundo académico.

El llorado Riccardo Terzi, insistía en la necesidad de que los sindicalistas se convirtieran también en «experimentadores sociales».  Podía haberlo ampliado también a los dirigentes de las instituciones. Con lo que, exagerando las cosas, podríamos estar ante un Pisarello con voluntad de experimentador social.  En todo caso, al confiado Terzi se le olvidó añadir que con cara y ojos, esto es, con punto de vista fundamentado. Esta propuesta del salario mínimo de ciudad no lo tiene.

Pemítaseme una referencia histórica: en el último tercio del siglo pasado los grandes sindicalistas italianos (Lama, Trentin y otros) polemizaron agriamente con ciertos sectores izquierdistas que defendían la autonomía salarial frente a todas las variables de la economía, entendiendo que el salario era una variable independiente de todo. Era una idea que quienes la predicaban provocaban el empantanamiento de los convenios. Me temo que la propuesta de Pisarello va involuntariamente por ese camino.   

La pregunta es: ¿por qué estamos en desacuerdo con Pisarello? Porque si es válida –y factible, no se olvide--  debería ser un elemento de generalización para otras ciudades. ¿Cuáles? Así las cosas, nos encontraríamos ante una estrategia desordenada –cada cual a su lucha por su propio salario mínimo de ciudad--  que inevitablemente adquiriría fuertes pulsiones corporativistas. El problema no sería tanto la fortísima resistencia de la patronal (que lo es también) como el planteamiento de una reivindicación con un batallón a la desbandada. Y ello precisamente en unos momentos en que se precisa la más fuerte y compacta unidad social –y de acción sindical--  por un incremento de los salarios en la negociación colectiva, que es la batalla que han situado las organizaciones confederales. En otras palabras, unos objetivos unificadores y unificantes.

De ahí que me pregunte: ¿no es mucho más sensato, por ejemplo, estructurar un movimiento movilizador para la equiparación de los salarios de la mujer con los del hombre. Sépase que en la ciudad de Barcelona la diferencia es del 22 por ciento. Y fuera de ahí ni te cuento.


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