martes, 2 de enero de 2018

Eso de Tabarnia...


Eso de Tabarnia trae cola. Lo que, en un principio, fue obra de una cofradía de cachondos noctámbulos puede acabar en otro embrollo como el del procés. Lo que, inicialmente, fue un divertimento está tomando ciertos visos de surrealismo político. La cosa –todo hay que decirlo--  tiene su originalidad: Tabarnia como una parte del litoral catalán que quiere librarse de la Cataluña rural y proclamar su propia soberanía.

El cachondeito fue de tal magnitud –las crédulas redes sociales lo ampliaron hasta la náusea--  que tuvo su protagonismo interesado en algunas tertulias televisivas que dieron por buena la noticia. O lo aparentaron interesadamente. Algunos importantes rotativos redactaron la noticia de manera tan ambigua para disimular su falsedad. Sobre chispa más o menos –afirmaron con la cazalla a flor de boca--  que al independentismo le había salido un herpes en la espalda. Tabarnia por aquí, Tabarnia por allá. Tabarnia: la insurrección de los ilustrados cosmopolitas del litoral mediterráneo frente a los garrulos comarcanos del interior. O sea, el Verbo del cachondeo se hizo carne.

Ahora bien, lo que empezó en una noche de guasa etílica puede agriarse y, convertido el moyate en vinagre, transformarse en un elemento añadido de la fractura social de Cataluña. Que este patio de vecinos está dispuesto a creerse lo que le echen y hay gente con ganas de hacer un pan como unas hostias.  


Moraleja: lo que empezó en la taberna, quédese en ella. Así es que mucho cuidado, porque el humo de la chimenea puede convertirse en atutía. 







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