Ayer hablábamos de temblores de
tierra en Cataluña. Mencionamos de refilón el de los Comunes. Ha sido una derrota sin paliativos tanto en Barcelona como
en el conjunto de Cataluña. La formación de Colau no ha ganado en ningún barrio; su mejor
resultado ha sido en Marina – Zona Franca donde ha quedado en cuarto lugar.
Tres cuartos de lo mismo ha sucedido en el resto de Cataluña. El tándem Doménech – Colau no ha
funcionado.
La explicación que da la mayoría
de los analistas políticos es que los Comunes se han visto emparedados entre la
Escila de los independentistas y la Caribdis de sus contrarios. Pero esta es
una explicación superficial. La más aproximada, en mi opinión, es que los
Comunes no han construido un mensaje (logos) rotundo que les indentificaran
como fenómeno instantáneo. Entiendo como «fenómeno instantáneo» la
identificación que cualquier persona, en todo lugar, sabe que una determinada
forma de la letra M se corresponde
con el MacDonald o un tipo de botellín concreto es percibido instantáneamente
con la Coca Cola. No ha existido eso en el caso de los Comunes. Y, por ello,
han sido deglutidos por los de Anás
y los de Caifás, que
han pugnado ad nauseam por el esquemáticamente publicitario del o ellos o nosotros, siendo reconocibles
instantáneamente los unos y los otros. Ahora bien, no era posible un logos
claro porque la composición cultural y política de los Comunes lo impedía:
soberanistas, anti independentistas, federalistas y confederalistas no
posibilitaban una síntesis constructiva capaz de proponer una expresión clara.
Con lo que la solución a ese revolutum fue una elipsis que el electorado
tendría que interpretar trabajosamente, justamente cuando precisaba una rotunda
claridad expositiva.
El grupo dirigente de los
Comunes no ha sido capaz de ser el sastre que enhebrara los diversos retales de
la organización. Bien porque no fuera capaz o porque, en esta ocasión, no era
posible. Pero, en todo caso, es claramente responsable de sus meandros
políticos: hoy digo una cosa y mañana ya veremos; mañana se hacía y decía lo
contrario. En cualquier caso, el grupo dirigente sí es responsable del ninguneo
y, sobre todo, despilfarro de no pocos cuadros políticos, especialmente de los
procedentes de Iniciativa per Catalunya. Despilfarro mayúsculo en el caso de Joan Coscubiela. Y de otros.
¿Cabe en alguna cabeza sensata
que Coscubiela no figurara como primero de cartel en estas elecciones? Cierto,
sabemos que este dirigente, tras su famoso discurso en el Parlament de
Catalunya, decidió irse a su casa. Pero, ¿no era esa la decisión personalmente
lógica, tras el silencio del grupo dirigente en el enfrentamiento de Coscubiela
con la minoría de diputados tras el referido discurso? Silencio y sobre todo
encogimiento de hombros. Ni Coscubiela ni Fachín. No entre dos aguas, sino en ninguna.
Los Comunes, así las cosas, se
encuentran en una doble crisis: crisis de proyecto y crisis de liderazgo.
Mañana, si estamos en forma y el
tiempo lo permite, hablaremos de los socialistas. De entrada, un anticipo:
entre los socialistas y los Comunes el retrato sinóptico del Parlament es que
hay menos izquierda.
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