domingo, 24 de diciembre de 2017

¿Qué les ha pasado a los socialistas catalanes?



Ayer mismo escribí lo siguiente: «Mañana, si estamos en forma y el tiempo lo permite, hablaremos de los socialistas. De entrada, un anticipo: entre los socialistas y los Comunes el retrato sinóptico del Parlament es que hay menos izquierda». Cumplo la palabra dada.

Hace años que los socialistas catalanes viven, tras un vendaval de abandonos de la sangre azul de su partido, en un clima de pérdida gradual de apoyo electoral. El signo de los tiempos, europeo y español, va en la misma dirección. En su momento, Miquel Iceta tuvo los arrestos de tomar las riendas del partido en una fase acelerada de desnutrición. Nadie quiso competir con él, ya fuera por canguelo o vaya usted a saber. Iceta fue limando las aristas nacionalistas del PSC que había exhibido la noblesse d´Etat que buscaba otros caladeros. Pero mantuvo la genética catalanista, insoportable para el socialismo meridional y carpetovetónico. Iceta, pues,  acosado por sus íntimos adversarios por todas las partes, menos por una: el residual zócalo de los militantes de toda la vida.  Ahora bien, los de Iceta han conseguido de momento frenar la tendencia a la baja desde hace años y subir una miajica. Este es un dato que deberían tener en cuenta sus íntimos adversarios meridionales y carpetovetónicos. No parece que esto vaya a ser así. El locuaz Ibarra ha lanzado el primer petardo: el PSOE debe abandonar al PSC.

Por ello los resultados electorales de Iceta no pueden desligarse de la parábola descendente del socialismo europeo y español, de un lado; y, de otro, del clima inamistoso que determinados jerarcas del PSOE mantienen con relación al PSC. Ahora bien, no desligar dichos elementos no les exculpa de reflexionar de su precaria relación con el movimiento organizado de los trabajadores, de la pérdida de simpatía y consenso con las barriadas. Por supuesto, Iceta podrá decir, como manifestó san Isidro Labrador «aré lo que pude». Pero Isidro, se dice, que contó con la ayuda de los ángeles para las tareas de labranza, mientras estos seres celestiales tampoco parece que estén por la labor en el caso del socialismo.

Cierto, Iceta ha arado todo lo que ha podido. Y lo ha hecho con entusiasmo, contagiando a sus parciales de ilusión. Sin embargo, ¿con qué bueyes, con que arado ha trabajado la tierra? Con un partido meramente institucional. Sin los necesarios vínculos con los movimientos sociales, incluido el sindicalismo. Esto es,  con poca trabazón con la ciudadanía. Sin escuchar el mensaje del inolvidable Carles Navales, que observó perplejo que muchos de sus compañeros de trabajo votaron a Ciudadanos la primera vez que este partido se presentó.

El PSC, pues, necesita unos prismáticos para observar qué lontananza precisa. Y un microscopio capaz de señalarle dónde y cómo  está la gente.


Acabo igual que ayer: «entre los socialistas y los Comunes el retrato sinóptico del Parlament es que hay menos izquierda». Y añado: tomen nota ambos de que el tipo de confrontación, la forma de competencia entre los dos, no lleva  al fortalecimiento de uno de ellos, sino a la debilidad de  uno y otro. ¿Tanto trabajo cuesta verlo? 

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