Trataré de hacer un balance,
provisional y limitado, de los congresos que ha realizado Comisiones Obreras en
estos últimos meses. Provisional, porque hay que barajar todavía muchos datos.
Limitado, ya que dicho proceso requiere más detenimiento. No obstante, a estas alturas de la
diapositiva propongo esta consideración: se ha roto el monopolio masculinista
en los grupos dirigentes del sindicato. Los congresos han sancionado, en no
pocos casos, la elección de mujeres al frente de la secretaría general. Los casos
de Andalucía y Euskadi, entre otros, lo demuestran. Se ha roto, pues, un tabú
nunca escrito y ni siquiera admitido. Se ha roto, además, una perniciosa
costumbre, y --¿por qué no decirlo?--
una tradición injusta, perniciosa e inútil.
Con el monopolio masculinista
–y, en ocasiones, machista-- el
sindicato era menos sindicato, menos general y menos confederal. Ahora, se ha
producido felizmente el asalto de las mujeres al sindicato. Y se ha conseguido
parcialmente una importante renovación del proyecto sindical. Es más, por los
comentarios que hemos oído por doquier, cabe decir que hay sinceridad en esa
renovación. Incluso parece existir un clima de confianza y esperanza en ello.
Ha quedado atrás la vieja expresión de «los hombres de Comisiones Obreras», que
era el pan de cada día en las anteriores generaciones.
En definitiva, prepárese el
sindicalismo para esta nueva fase que insinúa este asalto democrático. Porque,
dicho en plata, se ha producido una importante discontinuidad.
Apostilla.
Vean la foto de arriba. Nuria López, secretaria
general de CC.OO. de Andalucía, junto a un Julio Ruiz,
con alegría contenida, Carbonero visiblemente
satisfecho y Eduardo Saborido pícaramente
alborozado.
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