Realmente sorprendente. El
alcalde podemita de Cádiz se suma a la petición del Partido Popular y otros
grupos municipales y se concede la Medalla de Oro de la Ciudad a la Virgen del
Rosario. Pablo Iglesias
el Joven defiende la
postura. Chocante. La España cañí
atraviesa también a Podemos. Chocante la decisión, repito. Pero todavía lo es
más la justificación que hace Iglesias de la decisión que se ha tomado en
Cádiz. Y lo hace de la mano de un argumento: el carácter de «dignidad popular»
de la Virgen del Rosario. Más todavía, inquieto el plenipotenciario dirigente
de Podemos, añade: «Yo creo que Kichi
lo ha manejado de una manera muy laica». Todo uno oxímoron. Y, en este caso, un
argumento con faralaes. Un malabarismo verbal que, por no ofender al
diccionario, no diré que es populismo. Es chabacanería. Que tiene la misma
validez lógica que el viejo dicho de «era de noche y sin embargo llovía».
Me viene a la cabeza el
estajanovismo del beato Fernández
Díaz concediendo distinciones a todas las vírgenes del Cielo, que fueron
criticadas, con razón, agriamente por el
pueblo podemita. Ahora le ha salido un formidable competidor. Y lo que es bueno
para Cádiz ¿no lo va a ser para el resto de las ciudades? ¿No lo va a ser para
Granada que tiene una Virgen, a quien llamamos la Greñúa
(en la foto), canónicamente llamada de la Misericordia, reconocida por su
consabida «dignidad popular» en áspera competencia con la de las Angustias, dueña y señora
de la mesocracia y de los poderes fácticos?
En todo caso, nos atrevemos a
esbozar la hipótesis de la decisión de Kichi y la justificación de Iglesias: Podemos ha sido derrotado
puntualmente en Cádiz por el beaterio, al que no se debe confundir con el
beaterío. Obsérvese el acento en la i. Beaterio es la organización; beaterío es
el movimiento.
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