Los llamados «tiempos de la Justicia»
han hecho coincidir en el espacio tiempo dos juicios que vienen de antaño: los
casos Palau y Pretoria. El primero,
caracterizado por una fuerte vinculación
entre negocios sucios de particulares y
la financiación a Convergència; el segundo, fruto de una entente entre
particulares que eran conspicuos dirigentes del partido de Jordi Pujol (Lluis Prenafeta,
mano derecha del Viejo Patriarca y Macià Alavedra, su brazo izquierdo) y
conspicuos cargos representativos de los socialistas catalanes (el alcalde de
Santa Coloma, Bartolomé Muñoz, y el diputado Luigi). Palau, de neta vinculación política; Pretoria, de mero
enriquecimiento personal de unos particulares, aunque así mismo político por
las mencionadas responsabilidades políticas de sus protagonistas. En todo caso,
parece seguro que la opinión pública no sabrá diferenciar del todo tanta
sutiliza. Las caricaturas son de trazo grueso y no admiten los matices.
Pretoria fue la exhibición de
hasta qué punto ciertos altos exponentes de la derecha nacionalista (el llamado
sector negocios) decidió abandonar el
calvinismo burgués para sacar provecho personal. Tantas veces fue el cántaro a
la fuente de la financiación de su partido que, al final, decidió mirar por
ella misma, por la famiglia. Tres
cuartos de lo mismo pasó en esa franja socialista (Bartolomé Muñoz y el tal Luigi), harta de pisar la moqueta de la
oposición, decidiendo organizar la transhumancia de los huevos fritos al
lenguado a la meunière y, de ahí, dar el salto al plato de angulas. En todo
caso, lo uno (Palau) y lo otro (Pretoria) fueron indicando que Cataluña y “España”
habían entrado en un proceso de indistinción en lo atinente a las prácticas de
corrupción política y económica. Al fin y al cabo, todos ellos son descendientes
del triunviro romano Marco
Licinio Craso que
tenía el dinero a espuertas, ganado con poco sudor de su frente.
En resumidas cuentas, este es el
tinglado de la vieja-nueva farsa de los intereses creados. ¿Habrá tierra
suficiente para tapar ambos agujeros, Palau y Pretoria?
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