(Homenaje a Nella Marcellino)
He perdido la cuenta del número
de mujeres que optan a dirigir el sindicato de Comisiones Obreras, algunas de ellas en
organizaciones importantes como, por ejemplo, Andalucía. Esta es una novedad que llamaremos
cualitativa. También en UGT.
Hasta la presente nada vetaba formalmente que la mujer pudiera acceder a la
responsabilidad de secretaria general, pero las inercias, los malos usos y
costumbres –todo ello en clave de poder--
no lo favorecían. La ramplona normalidad abogaba porque un hombre,
aunque fuera el menos indicado, se hiciera con las riendas de la organización.
La cosa se está rompiendo, afortunadamente. La discriminación implícita está
siendo hecha añicos. Que todavía no haya llegado al pináculo no desmiente lo
anterior.
Esta situación, que someramente
indicamos, se da en un contexto general extraordinariamente complicado para la
acción colectiva. De un lado, el gigantesco proceso de reestructuración e
innovación de los aparatos productivos y de servicios en unas coordenadas
contradictorias, esto es, de globalización y renacionalización, cuya muestra
más visible es la vieja Europa. De otro lado, la desestructuración del trabajo
asalariado tal como lo hemos conocido y la ruptura del ciclo largo de
conquistas de los derechos sociales, dentro y fuera del centro de trabajo. De
una parte, el sindicato-hombre que iba perdiendo visión para afrontar los
desafíos de tantas emergencias y patologías. De otra parte, el lucro cesante que significaba el
despilfarro de tener en el almacén las potencialidades y las nuevas miradas que
tiene la mujer sindicalista. El sindicalista, dueño de la casa; la
sindicalista, de realquilada.
Estamos, pues, ante una novedad.
Que también se está dando en la CGIL,
especialmente tras la elección de Susanna Camusso.
Y, como señalamos, ahora en España.
Podemos decir que, así las cosas, nuestro sindicalismo se está poniendo al día.
Esta es una cesura de notable significación. Por fin se va abriendo el camino
al sindicato general y a una plena confederalidad. Queridos compañeros
–vosotros, hombres-- no tengáis miedo de
lo nuevo.
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